domingo, 3 de junio de 2007

Nada nuevo


Original publicado en Estrella Digital.
Autor Luis de Velasco

Tiempo habrá y doctores tiene la iglesia para desmenuzar mensajes, de todos los colores como estamos viendo ya, procedentes de las elecciones de ayer domingo. Esa variedad no es novedad alguna y siempre es mejor que la monotonía. Algunas consideraciones urgentes.

Uno, gana el PP en votos pero exclusivamente gracias a Madrid. Haría bien el actual líder del PP, Rajoy, en tener en cuenta el arrastre electoral de Gallardón si quiere tener alguna esperanza (y no Aguirre, precisamente) de vencer en las generales. Más si tenemos en cuenta la abstención en dos feudos socialistas como son Cataluña y Andalucía.

Dos, aumenta efectivamente la presencia socialista en ayuntamientos tanto directamente como, previsiblemente, por posibles alianzas. Destacable su crecimiento en varias capitales de provincia y poblaciones grandes, pero en ese segmento el voto sigue siendo mayoritariamente del PP. Antaño se decía que el voto socialista es, sobre todo, de grandes núcleos urbanos, donde se supone que está la “gente ilustrada”. Desde hace años, en nuestro país ocurre lo contrario. Curioso, o no tanto, pero digno de meditación en las filas que se reclaman progresistas.

Tres, la corrupción ligada al urbanismo no parece haber pasado factura, al menos en los municipios más directamente afectados. En el fondo, el elector parece pensar que “los otros que vengan serán iguales y a éstos ya los conozco” y, además, la corrupción urbanística supone obras, empleos, ventajas, dinero. Es decir, “se hacen cosas” y eso es lo que cuenta. Al fin y al cabo, ocurre lo mismo por ejemplo en Colombia con los narcos en sus ciudades.

Cuatro, vuelve Batasuna a ayuntamientos, y así lo han reconocido abiertamente medios que, hasta ayer, alimentaban la ficción ANV. Esto es muy grave pues supone dinero para ellos, y sin dinero no hay nada que hacer. La responsabilidad, directamente al Gobierno y a su partido de silentes y consentidores. En este contexto, atención a Navarra, clave en el llamado “proceso de paz”.

Cinco, la abstención, poco más de un treinta y seis por ciento en las locales, no resulta excesiva, quizá unos cinco puntos por encima de la “técnica”. Destacable el porcentaje creciente de votos en blanco, que alcanza ya el dos por ciento, o sea, cerca de medio millón de electores. Ambas variables pueden interpretarse como una toma de posición, de rechazo que va creciendo. A destacar sobre todo esta vez en Cataluña, algo a tener en cuenta en una región considerada históricamente como la avanzada cultural de España.

Seis, tanto el PSOE como el PP tienen unos suelos absolutamente fijos del orden de un tercio de los votantes. Ninguna sorpresa. Tienen años de rodaje, dinero, clientelas y un sistema electoral que busca desaforadamente ese bipartidismo con el aderezo, en las generales, de la sobreprima a los nacionalistas. Mientras eso no se corrija, el sistema seguirá en manos de estos últimos.

Una consideración final: si estas elecciones han sido consideradas como primarias, incluso como un plebiscito sobre la acción del Gobierno, está claro que esta opción no lo ha ganado pero tampoco lo ha perdido. La cosa queda aplazada hasta las generales que, previsiblemente, respetarán su calendario previsto. Hasta entonces, todo seguirá más o menos como hasta ahora. Salvo que ETA decida lo contrario.

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