400 zeiros de ná
Publicado en Libertad Digital
Antonio Robles
Uno se frota los ojos y no se puede creer que Zapatero pueda seguir paseándose con argumentos tan groseros y nadie le tire tomates al grito de: "¡Fulero! ¡Vete con el chiste a Chiquito de la Calzada!"
¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué cada día el nivel intelectual de nuestro representante es más zafio y su moral se confunde con la de un vendedor de potingues? ¿Por quién nos ha tomado?
Y no contento con asfalcar la caja común de todos los españoles como si fuera suya, nos argumenta su progresividad. ¡Qué no hombre, que no! Que los 400 euros con los que quieres comprar unos miles de votos de unos miles de ciudadanos aprovechándote de su necesidad que tú no has sabido solucionar en los años de gobierno que llevas son un chantaje, simple corrupción electoral, la salida de quien está dispuesto a cualquier cosa con tal de seguir en el poder. A cualquier cosa, ¿o acaso ya nos hemos olvidado de la excarcelación de Juana Chaos cuando interesaba y su retorno a prisión cuando volvió a interesar por el motivo contrario?
La medida no se merece siquiera un buen argumento para tumbarla. Hay cosas en esta vida cuya impostura ha de verse por sí misma, porque si no es así, es que todos los argumentos sobran. ¿Acaso hay que explicar por qué está mal mofarse de un discapacitado?
En la gestión de los dineros públicos, nadie puede disponer de los recursos del Estado como si fueran su propio patrimonio. Aquel populismo insoportable de Evita Perón regalando dinero, juguetes o medicinas a los más necesitados sin más reglas que su propio capricho y beneficio, haciendo creer a sus víctimas que era su generosidad la dueña de lo regalado, es el precedente más cercano a lo que acaba de hacer Zapatero con los 400 euros de marras.
El esperpento podría quedar al descubierto si ahora Rajoy en un arranque de genial cinismo, saliera a la subasta y gritase: "¡Pues yo 500! ¡Eso he dicho, 100 euros más que zapatero si me votan a mi y gano las elecciones!" La situación sería tan grotesca que el pueblo español podría despertar de golpe de su letargo y gritar henchido de gozo: "¡A la timba, a la timba! ¡Yo no voto si no me ponen un apartamento en Benidorm! ¡Pues yo tampoco si no me dan la gasolina gratis!" Y así.
Y en el colmo de la lucidez, todos los españoles se van de asao el día de las elecciones mientras nuestros dos líderes políticos pujan y pujan en riguroso directo televisivo: ¡Pues yo 10.000!
Si es por pedir, yo quiero escuchar la sinfonía número 5 en do sostenido menor en la Scala de Milán el primer día de primavera. Tonto el último.