viernes, 6 de julio de 2007

Darfur: una visión diferente


IGNACIO GARCÍA-VALDECASAS

articulo completo en elpais.es


Bombardeado por las opiniones de líderes sociales y políticos, el ciudadano occidental ha llegado a la conclusión de que el conflicto de Darfur es, en parte, responsabilidad europea: si la Unión Europea hubiera adoptado una postura firme, intervención militar incluida, no se habría producido el genocidio.

Por el contrario, la mayoría de los musulmanes cree que Darfur ha sido provocado por los occidentales. No habría conflicto sin la intervención de los "nuevos cruzados". ¿Las causas?: militares (imperialismo occidental), religiosas (ataque al Islam) o económicas (petróleo...).

¿Es Europa responsable por intervenir? ¿Por no intervenir? ¿O, simplemente, no es responsable?

El arzobispo D. Tutu en su artículo La UE y Darfur (EL PAÍS, 5 de junio de 2007) afirma que dos millones de refugiados están en peligro y que la UE, en lugar de salvarlos, espera a que la ONU arroje un salvavidas. La UE debería establecer las sanciones que aplicó contra la Suráfrica del apartheid.

Tutu deja clara la responsabilidad de la UE y, por el resto, muchas dudas. Porque habla de bombardeos, de violaciones masivas, de asesinatos, de genocidio, pero no identifica claramente a los responsables ni a las víctimas. ¿Sufre Monseñor Tutu un olvido o está convencido de que sus lectores del ancho mundo conocen los entresijos del conflicto de Darfur?

Sin embargo, los gobiernos y pueblos europeos sí son identificados: "En 2005, todos los gobiernos del mundo adoptaron el... compromiso de proteger a las poblaciones... del genocidio... Ahora, los gobiernos de Europa deben cumplir esa promesa... Los europeos deben recordar que, ante el asesinato de masas, no es posible nadar entre dos aguas".

¿Sólo los europeos? ¿Por qué? ¿No adoptaron el compromiso todos los gobiernos del mundo? Al no identificar a los culpables se termina por responsabilizar a los que no lo son.

Sí. Se está perpetrando un genocidio espantoso en Darfur, la región occidental de Sudán, pero la UE no es responsable. Hay que decirlo bien claro porque demasiada gente en Occidente y en el mundo islámico cree lo contrario: los responsables del genocidio son la milicia janjaweed, el Ejército y el Gobierno de Sudán. No hay un factor externo, como ocurrió en Ruanda, que promueva el genocidio. China suministra las armas, pero el Gobierno sudanés no habría tenido dificultad para adquirirlas en el "dinámico" mercado del armamento.

Se trata de un conflicto interno que enfrenta a los janjaweed y a los pueblos darfuríes. Algunas cuestiones les separan, los darfuríes no hablan árabe, pero también tienen lazos comunes. Todos son africanos y musulmanes. No hay ningún grupo cristiano implicado en el conflicto de Darfur. El Gobierno de Sudán apoya a los janjaweed, que están exterminando a los darfuríes. Poco importa ahora que ambos pudieran tener parte de razón cuando, en el origen del conflicto, se enfrentaron por recursos escasos.

Genocidio arropado por las parálisis de los organismos regionales y de la ONU provocadas por la postura del Gobierno de Sudán, la pasividad de africanos y árabes y el veto de China, con cierta complicidad rusa, en el Consejo de Seguridad.

La comunidad internacional debería señalar cada día con el dedo acusador al Gobierno de Sudán, pero no a la UE ni a los "nuevos cruzados". Encabezando la protesta deberían estar la Unión Africana (UA), la Liga Árabe (LA) y la Organización de la Conferencia Islámica (OCI).

Monseñor Tutu olvida (?) que en el caso de Suráfrica todo el continente plantó cara al régimen racista. ¿Dónde están la UA, la LA y la OCI ante el genocidio de Darfur? Porque se trata de un conflicto entre africanos que, según la UA, necesita una solución africana. Un conflicto en un país árabe y entre musulmanes lo que va contra el Corán y resulta incomprensible en un pueblo devoto musulmán como el sudanés.

Más grave aún porque la opinión islámica mundial ha sido engañada y se le ha hecho creer que el conflicto de Darfur es un ataque occidental a Sudán y un ataque cristiano al Islam, ocultando que se trata de una lucha entre hermanos musulmanes y que la intervención occidental se ha limitado a la labor humanitaria de algunas ONG cuyos miembros son atacados y, a veces, asesinados.

Son los tres organismos internacionales citados los que deben detener el genocidio, facilitar la solución o imponerla. Si estas organizaciones (UA, LA y OCI) no tuvieran medios para realizar esta labor, podrían solicitar ayuda a la UE, EE UU y la ONU, aunque las ricas monarquías del Golfo tienen medios para financiar una obra tan piadosa y acabar con la lucha que enfrenta en Darfur a dos pueblos musulmanes.

Si finalmente hubiera intervención europea, el personal sobre el terreno debería ser africano y/o musulmán para evitar la manipulación de las opiniones públicas. Sólo en estas condiciones debe intervenir Europa. Hay que frenar la escalada de reclamaciones a la UE para que adopte sanciones o intervenga militarmente sobre bases humanitarias cuando los organismos regionales no asumen sus responsabilidades.

Las denuncias y las presiones deben ejercerse en Jartum, Addis Abeba, El Cairo y Yeddah. No en Bruselas. Y deben mantenerse hasta que los responsables detengan el genocidio. La UE debe participar en esta campaña dejando de lado los cálculos de realpolitik.

Europa no es responsable de todas las tragedias que ocurren en la Tierra. Los causantes deben asumir su responsabilidad. Y no debe haber más intervenciones militares, incluidas las humanitarias, sin el acuerdo del Consejo de Seguridad. Su parálisis puede provocar tragedias, pero la alternativa suele crearlas mayores. La inactividad del Consejo de Seguridad no desplaza la carga de la culpa ni de la responsabilidad ni hace que pasen a ser compartidas salvo por aquellos que entorpecen su labor como ha ocurrido en este caso con China.

Ignacio García-Valdecasas es diplomático español.

jueves, 5 de julio de 2007

La pereza viaja en diligencia


Noticia completa en el periodico.com
Felix de Azua.

A Zapatero le ha perdido su falta de fe en el esfuerzo, el tesón, la autoridad y el trabajo: es un vago.

Los siniestros comunicados del diario Gara ponen de manifiesto cuántas facilidades se daba José Luis Rodríguez Zapatero. Tras el asesinato de los ecuatorianos en el aeropuerto de Madrid, aún andaban los funcionarios del Gobierno regateando con los terroristas sobre Navarra. Ahora ya no importa. Toda esa basura moral no es sino la constatación de que Zapatero no sabe trabajar con seriedad. Se guía por la ley del menor esfuerzo: creyó poder negociar contra la oposición, es decir, contra diez millones de españoles, y con una mano a la espalda.
La ingenuidad de Zapatero, o su frivolidad, tanto en este asunto como en la Alianza de Civilizaciones, la Memoria Histórica o el Estatuto catalán, obedece a una escasa preparación para el sacrificio, unida a la pereza intelectual que le impide analizar asuntos que exigen esfuerzo, trabajo, tesón, unidad y sacrificio. Zapatero comparte un peculiar defecto con muchos de sus coetáneos: no admite que haya problemas irresolubles, o que solo los resuelven el tiempo, el estudio, la fatiga, la obstinación.

CUANDO DE niños leemos cuentos y novelas, o vemos películas y series televisivas, construimos nuestra capacidad de intelección con las herramientas que nos ponen a mano. Hasta mucho más tarde no accederemos a otros útiles más críticos que nos permitan calificar todo lo anterior de fantasía. Muchos niños ya no vuelven a leer ni a estudiar en su vida, su intelecto permanece anclado en un mundo donde lo más difícil parece posible. Los niños antiguos escuchaban las hazañas de los héroes y sus sacrificios, los modernos nos educamos con relatos de esfuerzo y tenacidad como los de Dickens o los de Julio Verne, pero a partir del dominio del espectáculo sobre la realidad, los relatos para inmaduros detestan el esfuerzo y el sacrificio. Incluso las mejores lecturas, como las del joven Potter, dan por sentado que los problemas se arreglan mágicamente. Es un delirio que los psiquiatras infantiles diagnostican cada vez con mayor frecuencia en niños y muchachos que se creen omnipotentes, superhéroes.
El paso de la pereza de vicio a virtud tiene una historia corta. El valor de la pereza es un invento posterior a Marx: fue su yerno el primero en escribir un tratado sobre El derecho a la pereza, pero todavía no se apartaba de la sensatez de la clase media europea. La conquista de las vacaciones y finalmente la imposición de una inactividad muy rentable para el sistema económico, han hecho de aquel derecho a la pereza una verdadera caricatura. Desaparecida la pereza que podía reivindicar un marxista del ochocientos, convertida en una obligación anual llamada ocio que casi arruina a las familias y da beneficios gigantescos a las empresas, la pereza que se reinventa en los años setenta es de otro calado. Los movimientos libertarios odiaban el trabajo, y basta repasar los cómics de la época para constatar hasta qué punto se insultaba, se humillaba y se hacía befa de cualquier trabajador, físico o intelectual. Los okupas siguen en esa estela de ridiculización del trabajo.
No es extraño que tanto Tony Blair como Nicolas Sarkozy, (los primeros políticos europeos en asumir que la guerra fría ha terminado) se esfuercen por dignificar el trabajo y, naturalmente, remunerarlo.....

miércoles, 4 de julio de 2007

A conciencia


Madrid, 3 de julio de 2007

A CONCIENCIA

Visto lo visto en el Congreso de Ciudadanos del fin de semana, leído lo leído en diversos Medios (recomiendo el artículo de nuestro compañero Luis de Velasco en ‘Estrella Digital’) sigo pensando lo mismo que antes: hay lugar para la esperanza y la confianza en el proyecto C’s.

Muchos somos ingenuos desconfiados o escépticos ilusos, a resultas de la propia experiencia y como forma de mantener el equilibrio mental. Lo digo porque, a sabiendas de de que la aventura de Ciudadanos va contra corriente y los obstáculos son infinitos, hemos tenido la prueba de que el ejercicio democrático se puede recuperar. Los delegados de Madrid, cada uno de distintos padres y pedigrí, hemos mantenido un tono de camaradería y respeto a prueba de insidias y de contratiempos. Cada delegado se ha pronunciado por lo que su conciencia dictaba, votando opciones contrarias mirándonos a la cara y sin perder la cordialidad en las maratonianas sesiones deliberatorias, entre otras razones porque el respeto que genera el esfuerzo ímprobo y honesto de todos los que han trabajado en enmiendas y propuestas no puede más que derivar en afecto y en agradecimiento. La crítica, en ese estado colectivo, se puede desarrollar eficazmente. Las ofensivas externas, en ese estado de conciencia, se pueden rechazar con seguridad y contundencia. Es, justamente, una disposición que no se da en otros grupos, en otros partidos.

Llegados hasta aquí, quiero creer y compartir que lo que pudo verse como un caballo de Troya, la enmienda a la totalidad del Ideario con orientaciones de ‘centro-izquierda’, no tiene suficiente entidad como para enervar el espíritu con que nació nuestro proyecto. Entre otras razones porque, en castizo, el movimiento se demuestra andando y nos queda mucho trecho que recorrer, en el cual una definición escueta no deja de ser uno entre los muchos puntos de referencia que describen la intención final de nuestro partido: la regeneración democrática de la sociedad.

Es cierto que muchas pieles se han irritado con urticarias diversas porque son sensibles a la diferencia entre intención e intencionalidad, es decir, no sólo a la defensa de una idea sino a lo que la acompaña en su exposición. No es menos cierto que si aplicamos el ungüento del pragmatismo y de la reflexión posterior al II Congreso, remitirá el malestar. Al menos, debemos darnos la oportunidad de pasar la prueba de fuego de las próximas elecciones generales para medir nuestra capacidad de convocatoria y para saber si hemos sabido aprovechar la experiencia del año político, más allá de carteles definitorios.

No tendría sentido rasgarse las vestiduras después de asumir que nuestro inicial ‘no partido’ ha tenido que aceptar alguna de las reglas del juego para poder influir y, después, cambiarlas: hemos creado un partido político y se impone una estrategia para que sea eficaz. Afortunadamente, hemos pasado la prueba del algodón para demostrar que la democracia interna –listas abiertas o cerradas para el Ejecutivo- es uno de los valores básicos que evitarán que el pragmatismo prostituya el sentimiento -antes que la idea- que nos reunió en el proyecto.

Además, resultaría absurdo constreñirse a una formulación nominativa cuando se está gestando la unión con otras voces críticas para la expansión nacional del partido. Por cierto...¿del partido o de las ideas que lo sustentan? Pues eso, seamos ciudadanos críticos a conciencia.

Alfredo Gabrielli

Periodista

martes, 3 de julio de 2007

CIUDADANOS, EL PARTIDO DEMOCRATICO



Publicado en Estrella digital

Autor: Luis de Velasco


Este fin de semana, en su congreso celebrado en Barcelona, cerca de quinientos delegados de Ciutadans- Partido de la Ciudadanía, partido creado hace un año y que cuenta ya con más de cinco mil militantes, de ellos cerca de un tercio fuera de Cataluña, dieron una lección de democracia interna, algo exótico por estos pagos. Delegados elegidos democráticamente en sus agrupaciones, sin mandato alguno y que votaron a quien y a lo que estimaron conveniente. No es de extrañar el asombro de algunos medios y opiniones. Así, El País de hoy habla de “ caótico congreso”, en una crónica en la que, cómo no, se mezclan hechos y opiniones. Calificar así todo un ejercicio de democracia interna supone que gusta más esas unanimidades antes llamadas “ a la búlgara” que muchos aplican y otros defienden.

Naturalmente que hubo censura a la gestión de la dirección saliente por la sencilla razón de que la merecía. Eso sí, recordando las circunstancias únicas de su creación que derivaron en graves diferencias internas a lo que hay que añadir la falta de recursos de todo tipo y el vacío y hostilidad en medios muy influyentes hacia este partido nuevo que quiere hacer cosas nuevas.

El ejercicio de democracia prosiguió con la aprobación de una enmienda a la totalidad del documento de Ideario, seguida de un debate con adopción de enmiendas que enriquecieron un texto final que sitúa a la formación en “el espacio electoral de centro-izquierda no nacionalista”. Conviene recordar que en ese espacio se autositúa cerca de un setenta por ciento de la población española. El texto reafirma los dos nutrientes básicos de Ciudadanos: el liberalismo progresista y la socialdemocracia. Convertir ese potencial de voto en realidad es el gran reto de esta nueva opción política.

El gran debate estatutario se dio en el tema listas abiertas o cerradas para la elección de la ejecutiva. Se trata de un debate contaminado por el tinte peyorativo del calificativo de “ cerrado” en la vida política porque se liga inmediatamente con las elecciones parlamentarias. Pero eso no es lo mismo que elegir un órgano ejecutivo equivalente a un gobierno, en el que debe primar la cohesión, la confianza y el trabajo en equipo, como lo prueba la experiencia de la ejecutiva de Ciudadanos, censurada en este congreso. Nuevamente, en ejercicio de democracia interna, los delegados optaron por la lista abierta y en votaciones posteriores, cargo por cargo, decidieron dar otra vez su confianza a la totalidad de los veinte que acompañaban a Albert Ribera, empezando por la reelección del mismo como presidente.

En el agitado frente interno, reflejado en un apoyo del cuarenta por ciento a la otra candidatura, el principal reto de los elegidos es restañar heridas y lograr la unión. No es tarea fácil ni rápida. Además, realizar un trabajo eficaz. Esta vez no tienen las excusas antes señaladas.

En el frente externo, varios retos. Crecer cuantitativa y cualitativamente en toda España ( no hay duda alguna de que el partido tiene ese objetivo nacional), prepararse para las próximas elecciones generales en las que se juega mucho o ,incluso, todo y, finalmente, articular su unión o colaboración con plataformas como Basta Ya. Mucho trabajo para el que hacen falta abundantes recursos humanos y financieros. Sin ellos, poco o nada hay que hacer aunque se tengan las mejores ideas del mundo.

Luis de Velasco

lunes, 2 de julio de 2007

Listas y democracia


El debate sobre los méritos relativos de las listas abiertas vs. las cerradas es fascinante –dentro, claro está, del umbral de fascinación que pueda suscitar en uno el pensamiento político-.

Las abiertas parten de inicio con una ventaja tan frívola como considerable: su nombre. ¿O es que se puede negar que una aspirante a actriz llamada Ifigenia lo tiene más complicado en cualquier casting?

Se suele propagar la especie de que las listas abiertas tienen, de algún modo, mayor legitimidad democrática que las cerradas. Creo que no es así. Para mí la clave reside en el acuerdo detrás de fijar la norma de elección.

Si la mayoría de un colectivo apoya el mecanismo de listas cerradas, tras el oportuno debate esgrimiendo razones a favor y en contra, la posterior elección de cargos mediante este sistema no tiene ningún motivo por el que pedir perdón –opino- desde el punto de vista de la legitimidad democrática.

Cosa bien distinta es si desplazamos el debate desde el eje de la legitimidad al de la valentía. No se puede negar la consideración de más valiente a quien presenta una lista para que cada candidato sea refrendado individualmente por los electores, arriesgándose así a que éstos contradigan su juicio e introduzcan en el equipo a candidatos presentados fuera de esa lista referida.

Pero tampoco es ésa la cuestión clave. Lo más interesante es escarbar debajo de la gran variedad de mecanismos ocultos bajo la etiqueta de listas abiertas. Hablemos de la limitación de voto, por centrarnos en uno de esos aspectos.

Un mecanismo de listas abiertas puede ser concebido con o sin limitación de voto. Con esto me refiero a si el elector tiene tantos votos como puestos a elegir o solamente un porcentaje que, digamos, podría ser de dos tercios.

¿Cuál es la verdadera naturaleza de las listas abiertas? ¿Reside ésta en garantizar que ‘todas la voces’ cuenten con representación en el órgano elegido o, por el contrario, en transferirle al elector la responsabilidad de determinar quién es el mejor candidato para cada puesto?

Creo firmemente que la segunda es la respuesta correcta y que, por tanto, la eliminación de cualquier limitación de voto es no sólo aceptable, sino muy deseable incluso en la elección de cualquier órgano con carácter ejecutivo.