lunes, 20 de agosto de 2007

¡Viva la liberalización!

Napoleónica vuelta de vacaciones. La elección de tema para comentario es tan rica, y a la vez tan triste, como la del Emperador galo cuando el Zar le ofreció Elba, Córcega o Corfú como posibles destinos para su peculiar primer destierro.

Por su especialmente distorsionada visión de la realidad, me quedo quizás con el editorial de ayer del diario El País. En él podíamos leer un simpático e internacional alegato liberalizador del editorialista del periódico de habla hispana más influyente del mundo; el mismo medio que ha explotado sin ningún rubor la demagogia proteccionista-antiimperialista cuando ha hecho menester.

Uno se encontraba la primera perla al constatar el gran abismo que, a ojos del Grupo Prisa, existiría entre este grupo y el Grupo Planeta. Comentando las ultimas adquisiciones internacionales de ambos conglomerados mediáticos -El Tiempo de Bogotá a cargo de Planeta, y la primera cadena de radio chilena por parte de PRISA-, nos instruíamos sobre las “ostensibles diferencias entre ambos hechos (Planeta edita el diario de la derecha radical española, La Razón, y controla Antena 3, mientras PRISA posee EL PAÍS y la SER).”

El que Planeta edite también el diario Avui –dos gotas al fin y al cabo dentro de la totalidad del grupo- no merecía, a ojos del editorialista, ningún comentario en aras de lograr una mayor ecuanimidad descriptiva. Es como cuando a uno le cae un libro de Pío Moa entre manos. En el mundo del polémico historiador la radicalidad habita solamente la margen izquierda del río ideológico.

A la mezcla se le añadía más adelante un poquito de ubicuo antiaznarismo; una ubicuidad, por cierto, que ya querría para sí el propio Mefistófeles. Esta vez tomaba la forma de insinuaciones conspirativas a escala mundial “coherente con su política de intervencionismo contra los medios de comunicación independientes [sic] durante su etapa en el Gobierno”.

Una bofetadita al despistado de ZP, quien “continúa evidenciando cierta falta de criterio en esta materia [los entresijos del sector y las consecuencias políticas de cómo se distribuya el poder en el mismo]”, quizá -quien sabe- por sus pinitos extramatrimoniales con el núcleo duro accionarial de La Sexta, y listo para tomar.

Produce un inevitable escozor por todo el cuerpo leer al mayor grupo de cualquier ámbito económico arguyendo, con apariencia de neutralidad, que las empresas iberoamericanas “deberían moverse en el mercado global del español de forma absolutamente liberalizada, lo que permitiría aumentar su competencia y eficacia.” O sea, nada que ver con lograr mayores beneficios empresariales. Si lo dicen los titulares, entre otros, de un longevo monopolio virtual sobre la televisión de pago en España… Habrá que hacerles caso, ¿no?

Jacobo Elosua

domingo, 19 de agosto de 2007

Desfachatez y alguna responsabilidad

Habría que exigir un mínimo respeto a nuestra inteligencia por parte de nuestros políticos. Su desfachatez en la soflama y la tomadura de pelo empieza a ser faltona.

Cualquier persona racional y equilibrada barrunta, con acierto, que la catastrófica situación de las infraestructuras en la Cataluña ibérica se debe a múltiples factores y tiene un conjunto diverso de responsables. De eso reflexionaremos. Pero que una de las aseveraciones de los debates parlamentarios es que, en Agosto de 2007, toda la culpa es de….!Aznar! es para enviar a una clínica a quien lo sostuvo. Psiquiátrica, por supuesto.

Pero aún hay algo mejor. Grandes voces autonomistas y nacionalistas clamaron que la culpa era del Estado Central, y sobre todo, que el gobierno regional no tenía culpa de nada, nunca. Las mismas voces que se habían felicitado porqué en la Cataluña hispana, el Estado había devenido en “residual”. ¿En qué quedamos? O, mejor dicho, ¿Por qué no van a tomarle el pelo a su venerable tía, por ejemplo, y nos dejan de milongas?

Es evidente, hasta para un intelecto muy mediocre, que una buena parte de responsabilidad, no toda, de la hecatombe, recae en un gobierno central y unos gobiernos regionales en Cataluña concentrando sus esfuerzos en inventarse naciones y no en gestionar para los ciudadanos.

Escrito lo cual, me gustaría plantear que, en alguna medida y hablando ya del déficit de infraestructuras de toda España (que les hablen de apagones a los ceutíes, de carreteras a los vasco-españoles, de agua a los murcianos, de trenes a los castellano –manchegos, etc…) a lo mejor tenemos todos un poco de culpa.

Lo cierto es que hemos votado, y parece que seguimos votando a partidos entusiastas de la reducción de impuestos. Puede que sea un acierto, pero conviene saber lo que hacemos, y su coste. Con una rebaja del IRPF probablemente podamos ir cinco veces más al fútbol, cambiar por un televisor de plasma. Tal vez una semanita baratita en Canarias. Poco más. ¿Y eso es a costa de nada? Es a costa de mucho. Porqué todos esos pocos, que no cambian sustancialmente nuestra calidad de vida, una vez agregados, por la ley de los grandes números y por lo que los economistas llaman “economías de escala”, pueden servir para mejorar nuestra calidad de vida. ¿Cómo? Mejorando la Educación, la Justicia, la Seguridad en nuestras ciudades o…invirtiendo en infraestructuras, a base de dedicarle más dinero. El que nos gastábamos en cinco entradas más de fútbol.

Y tampoco el resultado es neutro desde el punta de vista social. Si las prestaciones públicas son deficientes o pobres, siempre habrá quién envíe sus hijos a colegios privados o extranjeros, quién se pueda pagar grandes abogados y ganarse voluntades…, quién se permita seguridad privada, quién no tenga que utilizar cercanías, quién capee el temporal aeroportuario en la sala VIP…. ¿Y los demás? Que les den….una rebajita del IRPF.

Creo que en las próximas elecciones tendremos que haber aprendido de la maniobra populista de atraernos , como a las alondras con un espejo, con una promesa de rebaja de impuestos. Nos convendrá más escuchar los compromisos de gasto e inversión pública. Nos convendrá acordarnos de las infraestructuras de nuestra Cataluña.
Enrique Calvet