miércoles, 12 de septiembre de 2007

Predadores y carroñeros de la política

En paralelismo con la vida salvaje, los predadores y carroñeros parecen inevitables en el ciclo de la vida política. En cuanto algún animal político presenta síntomas de desfallecimiento, aparecen distintos tipos de predadores dispuestos a ultimarlo y una cohorte de carroñeros esperando para repartirse los despojos. A diferencia, no obstante, de la naturaleza, en la política, una parte importante de los predadores pertenece a la misma especie de la víctima.
Un incendio, un apagón, cualquier accidente o estropicio es buen motivo para iniciar el asedio a un responsable político determinado. Lo de menos son las causas científicamente identificables del suceso, las medidas correctivas para paliar sus efectos y las preventivas que puedan tomarse para evitar su repetición. Prevalece el instinto predador como si se tratara de aplacar a los dioses con un sacrificio humano.
Los analistas han interiorizado esta mentalidad e interpretan el deseo de un cachorro de aproximarse al jefe de la manada como estrategia para heredar –o incluso arrebatarle- el liderazgo.
Que la política siga las pautas de la naturaleza, aunque sea motivo de alegría para los ecologistas, es, sin duda, un rudo golpe para esa frágil creación humana, ajena por completo a los mecanismos biológicos, que es la democracia. El hombre es el único ser vivo que delibera aunque sea sólo desde recientes tiempos históricos.
Algunos creemos que la evolución y el progreso suponen un distanciamiento creciente de la animalidad. En la escala de nuestras vidas este proceso es muy lento pero no por ello debemos desanimarnos. Ya hay cimientos. Su construcción terminó quizás en 1945. Podríamos pensar que una parte importante de los sillares también está puesta con el fin, desde 1989, de la “barbarie con rostro humano”. Queda todavía una parte de la “barbarie de inspiración divina”, que tendrá que ser vencida, no con la guerra sino con la tecnología.
Mientras tanto, algunos de los que nada podemos hacer por aminorar la dependencia del petróleo hemos creado, en 2006, un modesto partido que pretende demostrar que es posible hacer política al servicio del ciudadano, en vez de usarlo como comparsa para adquirir y conservar el poder.
Ciudadanos propugna que la actuación en política esté guiada por la racionalidad y no por el instinto de dominio. Que la vivienda sea asequible importa mucho más que la cabeza de la Ministra de la Vivienda. Que las cercanías funcionen y las autopistas no se colapsen es lo que cuenta y no el cuello de la Ministra de Fomento. Que los equipajes se entreguen con presteza es lo sustancial y no quien nombra al Director del Prat. Que el sistema eléctrico pueda hacer frente a sobrecargas e incidencias es lo que interesa, más que la “depuración” de responsabilidades por el apagón.
Esto es fácil de explicar; la dificultad es que los ciudadanos se lo crean cuando toda su experiencia ha sido de políticos depredadores y carroñeros. En Ciudadanos no sabemos si se puede conseguir, pero estamos convencidos de que merece la pena intentarlo.
Juan Manuel Ortega

martes, 11 de septiembre de 2007

Incertidumbre económica

Publicado en Estrella digital
A estas alturas, es más que probable que el presidente del Gobierno esté lamentando no haber disuelto el Congreso y llamado a elecciones. Los meses que faltan de aquí a marzo van a presenciar, de eso no hay duda ya, un empeoramiento de la situación económica del país y, correlativamente, de las percepciones y expectativas ciudadanas en este campo. Algo que, en principio, no favorece al Gobierno. Lo fundamental es cómo de profundo en su dimensión y sostenido en el tiempo vaya a ser ese empeoramiento.

Lo que comenzó, hace poco más de un mes, como una perturbación financiera causada por las denominadas hipotecas subprime en Estados Unidos se ha ido transformando en algo mucho más serio y que está afectando no sólo a la economía financiera sino que parece estar ya alcanzando a la economía real. El retroceso en la creación de puestos de trabajo en ese país en agosto, por primera vez en cuatro años, puede ser un primer y preocupante indicador. Ya días antes, en la reunión anual de la Fed en Jackson Hole, se había alertado sobre el peligro de la restricción crediticia (credit crunch) y de la caída del mercado inmobiliario.

La crisis fue saltando desde Estados Unidos al resto del mundo en terreno abonado por la globalización y el hipercrecimiento en los últimos años de instrumentos financieros sofisticados de traspaso del riesgo que llevan a una conclusión de desconocimiento del alcance total de esos riesgos y de dónde se encuentren localizados los mismos. La economía especulativa de casino llevada al paroxismo con la resultante de no saber qué hacer por parte de las autoridades y los reguladores de estos mercados. (Vale la pena releer, en estos momentos, The battle for the soul of capitalism, de un destacado capitalista norteamericano, John Bogle, libro que lleva como subtítulo “Cómo el sistema financiero minó los ideales sociales, dañó la confianza en los mercados y robó millones a los inversores”. Y eso que está escrito antes de estos acontecimientos.)

Este deterioro internacional, financiero, real y en las expectativas, va a dañar, está dañando ya, a la economía española, que ya en los últimos meses mostraba signos crecientes de debilidad, comenzando por los dos motores de su distorsionado crecimiento. La construcción, en el lado de la oferta, el consumo privado en el de la demanda, alimentados ambos principalmente, no únicamente pues hay otros factores, por un sobreendeudamiento familiar (el más rápido de los países adelantados en los últimos ocho años) que ya supera el total de la renta disponible. (Como curiosidad casi arqueológica, repásese el programa electoral del PSOE en 2004 donde se habla de fomento del ahorro.)

El ministro de Economía pronunció el otro día un palabra adecuada (al menos a la fecha), la de “incertidumbre”. Como lanzar una piedra a un estanque aparentemente tranquilo pero en el que las aguas parecen bajar algo más turbias de lo que se pensaba aunque no tanto como para, impropiamente y de manera ignorante, hablar de recesión. De momento, dejémoslo en lo dicho, en esa incertidumbre, lo que en el fondo denota no saber bien qué hacer ante una situación, tanto interna como sobre todo internacional, con elementos cuyo alcance global se desconoce. Los próximos días serán importantes.
Luis de Velasco

lunes, 10 de septiembre de 2007

Santas y sectarísimas alianzas

Una de cal. Escribía Javier Pradera, la semana pasada en El País, que “sólo las alianzas entre la izquierda y los nacionalistas pueden conseguir que las instituciones reflejen adecuadamente el pluralismo social”.

No aclaraba Pradera si los ciudadanos que se sienten no nacionalistas no constituyen –ignoro el posible motivo- ese ‘importantísisimo’ (supongo, por el contexto) pluralismo social.

Anthony Giddens –sociólogo británico conocido como soporte ideológico del New Labour de Tony Blair- daba, por otra parte, una de arena en las páginas de la edición dominical del mismo diario.

Giddens afirmaba, tras aplaudir la línea del trabajo de los izquierdistas italianos unidos en torno al nuevo Partido Demócrata, que es necesario que los socialistas afronten los nuevos retos del siglo XXI dejando de lado antiguas obsesiones hoy trasnochadas.

Giddens reprochaba a los líderes de la Internacional Socialista los criterios restrictivos –incluyendo la mención de la palabrita de marras en el nombre- que imponen a los nuevos partidos para su admisión como nuevos miembros; unos criterios que resultarán, con toda probabilidad, en la frustrante exclusión del nuevo partido italiano de un foro político que lucha por mantener algún resquicio de relevancia real en el mundo de hoy.

Viejos modos; viejas consignas. Como la que semeja haber seguido ayer el diario El Mundo a la hora de ignorar, en su extensa cobertura del incumplimiento de la ley de banderas en tantos ayuntamientos españoles, la iniciativa de Ciudadanos de exigir el respeto a la legalidad en esta materia.

Parece que, tras algunas concesiones de portadas veraniegas, toca a rebato para lograr el apoyo incondicional de los votantes al PP. Qué lástima. ¿Será que todo lo que escape al bipartidismo hegemónico es demasiado peligroso? ¿Será que no se puede confiar en el buen criterio de los ciudadanos a la hora de formarse sus propios juicios con toda la información disponible?

El sectarismo en sus vertientes política y mediática sigue siendo el mayor peligro cierto de nuestra democracia. Ha llegado la hora de combatirlo en la calle con argumentos y más argumentos. Cada día se acerca más la hora de intentar combatirlo en las urnas.

domingo, 9 de septiembre de 2007

QUE NO NOS LA DEN CON QUESO

Una de las tareas más importantes, y complicada, que debe afrontar con ilusión C’s en su campaña electoral y siempre, es el de explicar bien lo que acontece en política, más allá de las apariencias, y desenmascarar las engañifas y mentiras propaladas por politicastros y su corte mediática.
Así, por ejemplo, se quiere interesadamente difundir la idea de que preocuparse por los problemas diarios de la población ( hipotecas, seguridad ciudadana, sequía, educación, etc…) o centrarse en la cuestión de la configuración territorial y de la nocividad de los independentismos es una disyuntiva excluyente, indicando subliminalmente que a “la gente” sólo le interesa el primer tema. Es, evidentemente, una falacia simplona. Los defectos en la sanidad, la educación, las hipótecas o lo que se quiera del pan nuestro de cada día, no tendrán los mejores instrumentos para mejorarse si no se da un giro a la configuración del Estado y sus competencias, previa o simultáneamente. Pero esta verdad no se impone por esloganes ni titulares facilones; necesita de una explicación y argumentación pacientes. Tanto más abnegadas cuanto más atocinado esté el receptor, por falta de tiempo para plantearse la vida de la “polis” o, ¡Ay dolor! por la efectividad del lavado de cerebro de los “mass media”.
Pues bien, hoy quisiéramos, modestamente, ayudar a desmontar dos ideas que pretenden incrustar en la mente de los votantes.
La primera tiene que ver con el gobierno y su partido, autodenominados socialistas por razones que la ciencia ignora. Según ellos, el único (gran) reproche que se le podría hacer a la tarea de gobierno, es el haber negociado con ETA. Un reproche inmisericorde que va directamente contra las entrañas del señor Rodríguez, y que, evidentemente, es facilmente soslayable. Es una perfecta cortina de humo para hacer olvidar lo esencial, de lo que no se habla. Una maniobra, artera, de propaganda electoral. En efecto, el gobierno tenía todo el derecho de intentar una salida distinta al horror del terrorismo, estaba entre sus prerrogativas, e incluso si cometió errores de táctica, pueden ser comprensibles ante la dificultad del tema. Y hablemos de otra cosa… Pero ese no ha sido, ni de lejos, el asunto más desastroso de la legislatura.
Ciudadanos no puede permitir que se olvide que lo más terible y las medidas más catastróficas, para el bien de los españoles, de esta legislatura, han sido el desguace de España alentado, propiciado y multiplicado por este gobierno del PSOE. Alianzas traidoras (de los principios de la izquierda) con independentistas (Cataluña, Galicia, Baleares…), estatutos secesionistas, medidas disgregadoras… Eso ha sido el maligno pasivo de la legislatura, que condicionará el bienestar y la prosperidad de los españoles durante lustros. ¡Que no nos tomen el pelo! Eso no se olvida.
La segunda idea que, esta vez, propala intencionadamente el principal y patético partido de la oposición, es que , fuera de Cataluña, C’s es lo mismo que el PP puesto que defiende lo mismo. Una mentira cochina que se contrarresta en dos palabras. Un partido que apoya el estatuto de Canarias, por ejemplo, o sobre todo el estatuto andaluz, un simple calco del catalán, pero con más folklore, es antitético a la visión del Estado que tiene C’s. Haciendo esto, por mero afán de poder y poltronas, el PP colabora subrepticiamente al desguace del Estado, ya puede decir misa (nunca mejor dicho). Y C’s, mientras tanto, lleva al Defensor del Pueblo dicho estatuto folklórico para que lo denuncie al Constitucional. Todo un mundo de diferencia.
Por eso, C’s debe alertar a los ciudadanos y a los Ciudadanos permanentemente. Para que no se la den con queso.
Enrique Calvet