Predadores y carroñeros de la política
En paralelismo con la vida salvaje, los predadores y carroñeros parecen inevitables en el ciclo de la vida política. En cuanto algún animal político presenta síntomas de desfallecimiento, aparecen distintos tipos de predadores dispuestos a ultimarlo y una cohorte de carroñeros esperando para repartirse los despojos. A diferencia, no obstante, de la naturaleza, en la política, una parte importante de los predadores pertenece a la misma especie de la víctima.
Un incendio, un apagón, cualquier accidente o estropicio es buen motivo para iniciar el asedio a un responsable político determinado. Lo de menos son las causas científicamente identificables del suceso, las medidas correctivas para paliar sus efectos y las preventivas que puedan tomarse para evitar su repetición. Prevalece el instinto predador como si se tratara de aplacar a los dioses con un sacrificio humano.
Los analistas han interiorizado esta mentalidad e interpretan el deseo de un cachorro de aproximarse al jefe de la manada como estrategia para heredar –o incluso arrebatarle- el liderazgo.
Que la política siga las pautas de la naturaleza, aunque sea motivo de alegría para los ecologistas, es, sin duda, un rudo golpe para esa frágil creación humana, ajena por completo a los mecanismos biológicos, que es la democracia. El hombre es el único ser vivo que delibera aunque sea sólo desde recientes tiempos históricos.
Algunos creemos que la evolución y el progreso suponen un distanciamiento creciente de la animalidad. En la escala de nuestras vidas este proceso es muy lento pero no por ello debemos desanimarnos. Ya hay cimientos. Su construcción terminó quizás en 1945. Podríamos pensar que una parte importante de los sillares también está puesta con el fin, desde 1989, de la “barbarie con rostro humano”. Queda todavía una parte de la “barbarie de inspiración divina”, que tendrá que ser vencida, no con la guerra sino con la tecnología.
Mientras tanto, algunos de los que nada podemos hacer por aminorar la dependencia del petróleo hemos creado, en 2006, un modesto partido que pretende demostrar que es posible hacer política al servicio del ciudadano, en vez de usarlo como comparsa para adquirir y conservar el poder.
Ciudadanos propugna que la actuación en política esté guiada por la racionalidad y no por el instinto de dominio. Que la vivienda sea asequible importa mucho más que la cabeza de la Ministra de la Vivienda. Que las cercanías funcionen y las autopistas no se colapsen es lo que cuenta y no el cuello de la Ministra de Fomento. Que los equipajes se entreguen con presteza es lo sustancial y no quien nombra al Director del Prat. Que el sistema eléctrico pueda hacer frente a sobrecargas e incidencias es lo que interesa, más que la “depuración” de responsabilidades por el apagón.
Esto es fácil de explicar; la dificultad es que los ciudadanos se lo crean cuando toda su experiencia ha sido de políticos depredadores y carroñeros. En Ciudadanos no sabemos si se puede conseguir, pero estamos convencidos de que merece la pena intentarlo.
Un incendio, un apagón, cualquier accidente o estropicio es buen motivo para iniciar el asedio a un responsable político determinado. Lo de menos son las causas científicamente identificables del suceso, las medidas correctivas para paliar sus efectos y las preventivas que puedan tomarse para evitar su repetición. Prevalece el instinto predador como si se tratara de aplacar a los dioses con un sacrificio humano.
Los analistas han interiorizado esta mentalidad e interpretan el deseo de un cachorro de aproximarse al jefe de la manada como estrategia para heredar –o incluso arrebatarle- el liderazgo.
Que la política siga las pautas de la naturaleza, aunque sea motivo de alegría para los ecologistas, es, sin duda, un rudo golpe para esa frágil creación humana, ajena por completo a los mecanismos biológicos, que es la democracia. El hombre es el único ser vivo que delibera aunque sea sólo desde recientes tiempos históricos.
Algunos creemos que la evolución y el progreso suponen un distanciamiento creciente de la animalidad. En la escala de nuestras vidas este proceso es muy lento pero no por ello debemos desanimarnos. Ya hay cimientos. Su construcción terminó quizás en 1945. Podríamos pensar que una parte importante de los sillares también está puesta con el fin, desde 1989, de la “barbarie con rostro humano”. Queda todavía una parte de la “barbarie de inspiración divina”, que tendrá que ser vencida, no con la guerra sino con la tecnología.
Mientras tanto, algunos de los que nada podemos hacer por aminorar la dependencia del petróleo hemos creado, en 2006, un modesto partido que pretende demostrar que es posible hacer política al servicio del ciudadano, en vez de usarlo como comparsa para adquirir y conservar el poder.
Ciudadanos propugna que la actuación en política esté guiada por la racionalidad y no por el instinto de dominio. Que la vivienda sea asequible importa mucho más que la cabeza de la Ministra de la Vivienda. Que las cercanías funcionen y las autopistas no se colapsen es lo que cuenta y no el cuello de la Ministra de Fomento. Que los equipajes se entreguen con presteza es lo sustancial y no quien nombra al Director del Prat. Que el sistema eléctrico pueda hacer frente a sobrecargas e incidencias es lo que interesa, más que la “depuración” de responsabilidades por el apagón.
Esto es fácil de explicar; la dificultad es que los ciudadanos se lo crean cuando toda su experiencia ha sido de políticos depredadores y carroñeros. En Ciudadanos no sabemos si se puede conseguir, pero estamos convencidos de que merece la pena intentarlo.
Juan Manuel Ortega