lunes, 4 de junio de 2007

Objetora


Blanca María Díez Ponce tiene 16 años y ha decidido objetar de Educación para la Ciudadanía. Uno de los principales defensores y redactores de la nueva asignatura, el filósofo y catedrático de Instituto José Antonio Marina, considera que no tiene edad para hacer cosas así y la madre de la joven le ha contestado indignada.

Argumenta, no sin razón, que su hija puede, por ejemplo, acceder a la píldora del día después sin permiso paterno. O trabajar, añado yo.

El problema de Marina es que se ha puesto a moralizar cuando debería haber argumentado. La alumna Blanca dice que no quiere que sus primos menores tengan que leer cosas como “Ali Baba y los 40 maricones”. Supongo que se refiere a que no quiere que no las lean en horas lectivas, porque fuera de ellas…..

Ambos moralizan y ambos se equivocan; el catedrático por negarle capacidad de iniciativa a una persona de 16 años-¿diría lo mismo si decide cometer algún tipo de delito?-, y la alumna y su madre por negarle al Estado la competencia en materia educativa. Es precisamente Estado lo que falta en España en muchas cuestiones y por supuesto en la de la educación. Un Estado que se convierta en garante de la excelencia educativa con un control de nivel a edad más temprana-sí, sí la Reválida- y que mantenga una escuela pública que garantice la igualdad por debajo de todos.

En cuanto a la Educación para la Ciudadanía, que nadie se llame a engaño: el adoctrinamiento ideológico existe desde que el primer profesor se subió a la primera tarima y descubrió su capacidad de influir en los cachorros. En éstos estaba y está la posibilidad de ser individuos de pleno derecho y de pensar por sí mismos; lo que se aprende más allá de aulas, casas o parroquias.
Julio Veiga

1 comentario:

Anónimo dijo...

Julio: tu aseveración acerca de que "la alumna y su madre niegan al Estado la competencia en materia educativa" no es buen argumento, porque la Constitución Española en su artículo 27, dedicado al derecho a la educación dice así:

"Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".

O sea, que lo que esa asignatura tenga de religión y de moral, no puede impartirse sin que cada padre lo apruebe, igual que la clase de religión musulmana, que sólo puede darse a los que la piden. Y la católica, lo mismo.