jueves, 5 de julio de 2007

La pereza viaja en diligencia


Noticia completa en el periodico.com
Felix de Azua.

A Zapatero le ha perdido su falta de fe en el esfuerzo, el tesón, la autoridad y el trabajo: es un vago.

Los siniestros comunicados del diario Gara ponen de manifiesto cuántas facilidades se daba José Luis Rodríguez Zapatero. Tras el asesinato de los ecuatorianos en el aeropuerto de Madrid, aún andaban los funcionarios del Gobierno regateando con los terroristas sobre Navarra. Ahora ya no importa. Toda esa basura moral no es sino la constatación de que Zapatero no sabe trabajar con seriedad. Se guía por la ley del menor esfuerzo: creyó poder negociar contra la oposición, es decir, contra diez millones de españoles, y con una mano a la espalda.
La ingenuidad de Zapatero, o su frivolidad, tanto en este asunto como en la Alianza de Civilizaciones, la Memoria Histórica o el Estatuto catalán, obedece a una escasa preparación para el sacrificio, unida a la pereza intelectual que le impide analizar asuntos que exigen esfuerzo, trabajo, tesón, unidad y sacrificio. Zapatero comparte un peculiar defecto con muchos de sus coetáneos: no admite que haya problemas irresolubles, o que solo los resuelven el tiempo, el estudio, la fatiga, la obstinación.

CUANDO DE niños leemos cuentos y novelas, o vemos películas y series televisivas, construimos nuestra capacidad de intelección con las herramientas que nos ponen a mano. Hasta mucho más tarde no accederemos a otros útiles más críticos que nos permitan calificar todo lo anterior de fantasía. Muchos niños ya no vuelven a leer ni a estudiar en su vida, su intelecto permanece anclado en un mundo donde lo más difícil parece posible. Los niños antiguos escuchaban las hazañas de los héroes y sus sacrificios, los modernos nos educamos con relatos de esfuerzo y tenacidad como los de Dickens o los de Julio Verne, pero a partir del dominio del espectáculo sobre la realidad, los relatos para inmaduros detestan el esfuerzo y el sacrificio. Incluso las mejores lecturas, como las del joven Potter, dan por sentado que los problemas se arreglan mágicamente. Es un delirio que los psiquiatras infantiles diagnostican cada vez con mayor frecuencia en niños y muchachos que se creen omnipotentes, superhéroes.
El paso de la pereza de vicio a virtud tiene una historia corta. El valor de la pereza es un invento posterior a Marx: fue su yerno el primero en escribir un tratado sobre El derecho a la pereza, pero todavía no se apartaba de la sensatez de la clase media europea. La conquista de las vacaciones y finalmente la imposición de una inactividad muy rentable para el sistema económico, han hecho de aquel derecho a la pereza una verdadera caricatura. Desaparecida la pereza que podía reivindicar un marxista del ochocientos, convertida en una obligación anual llamada ocio que casi arruina a las familias y da beneficios gigantescos a las empresas, la pereza que se reinventa en los años setenta es de otro calado. Los movimientos libertarios odiaban el trabajo, y basta repasar los cómics de la época para constatar hasta qué punto se insultaba, se humillaba y se hacía befa de cualquier trabajador, físico o intelectual. Los okupas siguen en esa estela de ridiculización del trabajo.
No es extraño que tanto Tony Blair como Nicolas Sarkozy, (los primeros políticos europeos en asumir que la guerra fría ha terminado) se esfuercen por dignificar el trabajo y, naturalmente, remunerarlo.....

1 comentario:

Butzer dijo...

Por supuesto que debemos dignificar el trabajo. Ejemplos de que ocurre lo contrario son los ídolos de masas que hay en nuestra sociedad. Adorados por no dar ni golpe o aparecer en los medios insultando, vejando y humillando al prójimo.
En esta sociedad ahora tiene más calado y es más conocida una Belén Esteban que una Rosa Diez, por poner un ejemplo.