Nadie dijo que fuera fácil
Escribía Jonathan Freedland –columnista del diario The Guardian- una muy interesante tribuna en el diario El Mundo hace escasa fechas.
Reseñando un libro publicado en los Estados Unidos -The Political Brain, de Drew Westen-, Freedland se animaba a hacer una serie de recomendaciones –bien intencionadas, asume uno, dada la conocida querencia del diario The Guardian hacia el Partido Laborista- al flamante nuevo primer ministro británico, Gordon Brown, de cara a las próximas elecciones legislativas en las islas.
Decía Freedland, basándose en las enseñanzas de Westen –profesor de psicología y psiquiatría especializado en el análisis de los procesos cognitivos por los que las personas absorben información-, que un candidato exitoso no puede limitarse a controlar datos y a acertar en todas las cuestiones estratégicas.
Los diversos estudios llevados a cabo por Westen y su equipo habrían demostrado, a través de experimentos claros y repetibles, que “el cerebro político es un cerebro emocional”.
Al parecer cuando los políticos hablan, en términos generales, estimulan una red neuronal de asociaciones –positivas y negativas- que se deben más a las emociones que a
Partidos como el PP, IU o antes el CDS, añado yo desde una perspectiva española, tampoco. Otros sí, con mención de honor, por supuesto, a la cohorte de partidos nacionalistas y caciquiles de diverso pelaje. En último lugar, en la confección de esta peculiar tabla de honor, creo que correspondería dar un accesit de quita y pon al PSOE dependiendo de la legislatura considerada.
El reto para un partido naciente, como Ciudadanos, consiste en lograr la presentación de la esencia de su mensaje -no de otro distinto, más populista-, de un modo que consiga despertar esas emociones. Tal y como titula Freedland, nadie dijo que fuera fácil.
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