viernes, 3 de agosto de 2007

Tecnófobos de ida y vuelta


Sí, lo confieso, yo también fui, en tiempos, un tecnófobo. Lo mismo que ahora reconoce ser Elton John; aunque debo decir que nunca, en esos oscuros años, llegué al nivel de cretinismo del cantante pop, que pide, ni corto ni perezoso, el cierre durante cinco años de Internet. Un lustro que vendría a demostrar para el moderno “sir” que se crea mejor fuera de casa con los amigos que en ella conectado a la red. Pero el catecismo del padre John no acaba ahí, ya que condena a los que (como usted y un servidor) blogueamos en lugar de salir a la calle con la pancarta de turno.

Por supuesto, los motivos que mueven a John a su cruzada son puramente altruistas: el fracaso en ventas de su último disco, del que culpa, cómo no, a las descargas de música. La ceguera reaccionaria que subyace en sus palabras es la propia de quien ha perdido algún derecho adquirido por defecto. En su caso el de pastor de almas bienintencionadas, en el que sólo tenía competencia entre sus compañeros de profesión en el mundo infinitamente más cerrado y lúgubre que precedió, hace un suspiro, a la eclosión de la segunda galaxia Gutenberg.

A la vuelta de la playa he experimentado el placer de conectarme de nuevo tras 15 días de ayuno. Un placer no exento de rabia por no haber podido contestar a tiempo a algún correo o por haberme perdido las últimas novedades del maligno universo bloguero (enhorabuena heterodoxos). Por fortuna, he recibido buenas noticias, ya que el año que viene, con un simple portátil, tendremos conexión en alguna playa española y podremos seguir pecando lejos del caluroso asfalto.
Julio Veiga

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