Todos queremos más
Recientemente hemos visto como el columnista del Financial Times David Gardner se destapaba con un artículo según el cual España necesitaría una “derecha moderna” y debería “exorcizar los demonios de la guerra civil”.
Durísimas con el PP, las tesis de Gardner sobre los grandes rubicones de la política española en esta legislatura coinciden casi íntegramente con las del PSOE. El periodista británico venía a reclamar así una especie de cambio radical en el principal partido de la oposición.
Desde las páginas del diario El País, mientras tanto, Luis Aizpeolea nos profetiza que el PSOE quiere “centrar su imagen ante el electorado y disputar al PP el voto moderado”.
No son los únicos que quieren cambiar las cosas de la política, Gardner y el Gobierno del PSOE, me refiero. También Iñaki Azkuna, el peneuvista alcalde de Bilbao, se ha servido de su tribuna mediática para informar a sus conciudadanos de que él quiere un PNV “lejos del integrismo”.
"Voy a apostar por un partido moderno, sin exclusiones, por un partido que acepte la pluralidad, que acepte que el mundo va hacia donde va y por un partido pactista. No quiero un partido esencialista que hable de lo fantásticos que somos con 40 apellidos vascos y el Rh negativo […]”, leemos sus declaraciones mientras, inconscientes, asentimos con la cabeza en inequívoco síntoma de aprobación. Pero todo tiene un límite. Azkuna concluye: “[…] aunque yo tengo ambos”.
Azkuna tiene los apellidos y el Rh correctos, respiramos aliviados; como si ahora supiésemos que sí podemos dar crédito a sus palabras. ¡Ay señor, qué terrorífico modo de desacreditar todo lo anterior!
Parece que a nadie –ni desde dentro ni desde fuera- gustan las opciones políticas que hay actualmente sobre
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