Demasiado predecible
Hace escasas fechas, el presidente del Gobierno, señor Rodríguez Zapatero, hacía partícipes a los españoles de una de las peculiaridades definitorias de su modo de entender la política. En las declaraciones referidas Zapatero afirmaba que la grandeza de la democracia –una de ellas, asumo- consistía en su imprevisibilidad.
Ya sabíamos, afortunados de nosotros, que nuestro presidente del gobierno considera que la cintura es la misma esencia de la democracia. Desde este punto de partida, a pocos debería extrañar esa segunda rueda del fantástico tándem constitutivo de la idea democrática en la mente del inquilino de la Moncloa.
Bertrand Russell, haciendo gala de su finísimo instinto para desvelar las claves del comportamiento humano, dejó escrito que detrás de muchas teorías sociales, por compleja que fuese su apariencia, no había más que una convicción íntima disfrazada de grandilocuencia.
Con la blanda reacción exhibida ante el penúltimo órdago del Lehendakari Ibarretxe, el temor parece confirmarse: Rodríguez Zapatero no tiene convicciones. Su falta de talento, su exceso de talante, redunda en una fatal incomprensión del mundo que le rodea.
El mundo es imprevisible y está repleto de oportunidades para errar peligrosamente. Cintura e imprevisibilidad, parecen ser las claves del pensamiento zapateril. Por eso se glorifica el relativismo normativo. No existen reglas claras para dilucidar cuál es la decisión correcta a cada momento.
Hay que tirar de cintura, quebrar con engaños para mantener la pelota en el pie, el culo en el asiento, el presupuesto en la mano. La factura que la paguen otros, los dogmáticos, los que se creen en posesión de la verdad. El mundo es complejo y los valores no sirven de guía. La única luz que marca el rumbo es el consenso posibilista.
Ante esta lúgubre perspectiva no sólo no es extraño que surjan opciones alternativas al PSOE como respuesta a los dislates en su política de Estado, con especial referencia a Cataluña o Euskadi. Es imprescindible.
La democracia no consiste sólo en elecciones, sino en la posibilidad de sostener un debate político libre y honesto, con suficiente información provista desde el poder, para poder optar por unos u otros principios de gobierno.
Lo demás no supone más que la degradación de la democracia. Lo demás, digo, no merece la pena.
Ya sabíamos, afortunados de nosotros, que nuestro presidente del gobierno considera que la cintura es la misma esencia de la democracia. Desde este punto de partida, a pocos debería extrañar esa segunda rueda del fantástico tándem constitutivo de la idea democrática en la mente del inquilino de la Moncloa.
Bertrand Russell, haciendo gala de su finísimo instinto para desvelar las claves del comportamiento humano, dejó escrito que detrás de muchas teorías sociales, por compleja que fuese su apariencia, no había más que una convicción íntima disfrazada de grandilocuencia.
Con la blanda reacción exhibida ante el penúltimo órdago del Lehendakari Ibarretxe, el temor parece confirmarse: Rodríguez Zapatero no tiene convicciones. Su falta de talento, su exceso de talante, redunda en una fatal incomprensión del mundo que le rodea.
El mundo es imprevisible y está repleto de oportunidades para errar peligrosamente. Cintura e imprevisibilidad, parecen ser las claves del pensamiento zapateril. Por eso se glorifica el relativismo normativo. No existen reglas claras para dilucidar cuál es la decisión correcta a cada momento.
Hay que tirar de cintura, quebrar con engaños para mantener la pelota en el pie, el culo en el asiento, el presupuesto en la mano. La factura que la paguen otros, los dogmáticos, los que se creen en posesión de la verdad. El mundo es complejo y los valores no sirven de guía. La única luz que marca el rumbo es el consenso posibilista.
Ante esta lúgubre perspectiva no sólo no es extraño que surjan opciones alternativas al PSOE como respuesta a los dislates en su política de Estado, con especial referencia a Cataluña o Euskadi. Es imprescindible.
La democracia no consiste sólo en elecciones, sino en la posibilidad de sostener un debate político libre y honesto, con suficiente información provista desde el poder, para poder optar por unos u otros principios de gobierno.
Lo demás no supone más que la degradación de la democracia. Lo demás, digo, no merece la pena.
Jacobo Elosua
1 comentario:
Vídeo Manifestación Ciutadans día 7 de Octubre
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