martes, 20 de noviembre de 2007

Justitos en coherencia

La Secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, hacía la semana pasada una emotiva proclama –en la primera de TVE–, sobre la enorme importancia reservada al idioma castellano como sustento del futuro bienestar de los ciudadanos españoles.

El resto de su intervención, por circular, no daba para mucha glosa. La Secretaria de Estado tenía una única consigna como pértiga para vadear todos los charcos propuestos por los periodistas: ser agresivo es contraproducente, en especial cuando se trata de relacionarse con montaraces politicastros liberticidas que ejercen responsabilidad de gobierno allende los mares –dicho con mis calificativos, que no los de la muy educada doña Trinidad–.

Pero quedémonos con lo bueno. Si bien algo apartada tras su poco gallarda no presentación a las municipales encabezando la candidatura socialista a la alcaldía de Madrid, ‘Trinidaz’ sigue siendo un peso pesado en el mundo Z. ¿Que se declara ferviente defensora de la lengua de Cervantes?, ¡pues aplaudámosla!


Y aprovechando ese muy socialista arranque de alinear lo deseable con lo llamado a proporcionar mayores niveles de bienestar futuro al común de los mortales, sólo restaría reclamarle a esta prócer del nuevo ‘PZOE’ una charlita con su compañero de partido, el molt honorable señor Montilla.

Quizá tirando de frías estadísticas, poco sospechosas de manipulación por parte del más rancio españolismo, el President de Iznajar llegue al convencimiento de la gran inmoralidad de su política lingüística –continuación exacta de la marcada por Jordi Pujol–.

Porque eso precisamente, la moralidad, es lo que se ventila en este asunto del tratamiento otorgado a las distintas lenguas desde las instituciones.

Más allá de cualquier consideración en torno a los sentimientos de pertenencia, dificultar el pleno aprendizaje de la segunda lengua más utilizada en el mundo –internacionalmente, cuarta sin condicionantes– constituye una verdadera inmoralidad. Una canallada compuesta por provenir de teóricos representantes de una ideología que busca la emancipación de los oprimidos; de los olvidados por el sistema.

Y mientras en países cono Brasil o Portugal, por no citar otros ejemplos como el de los propios EEUU, la gente y en especial los más jóvenes muestran un cada vez mayor deseo de aprender la lengua común a todos los españoles, mal que le pese al señor Javier Cercas –cacereño afincado en Cataluña y muy bien avenido con su patria adoptiva, por cierto–, una serie de iluminados se empeñan en poner todo tipo de trabas, legales, administrativas y culturales, a que en ciertos rincones de nuestro país se pueda hablar español con total naturalidad.

Iberoamérica y el español serán una parte muy importante, no tanto del futuro de España, como de la futura prosperidad de los españoles. En nuestras manos está el no ignorarlo.

Jacobo Elosua

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