domingo, 18 de noviembre de 2007

LA RALEA

"La bandera española, es decir, nuestra patria, es libertad, derechos y ciudadanía. Yo me siento orgulloso de llevar esa bandera. Eso es ser patriota."

¿Adivinan Uds. quién ha pronunciado con toda rotundidad esta sentencia? No, no busquen por ahí. Ni la hemos dicho nosotros (aunque lo pensamos) ni ningún exaltado de ningún nacionalismo. La ha enunciado el nunca bastante alabado (por Pepiño) señor Rodríguez (Zapatero) en la Casa de Galicia de Buenos Aires y en el Centro Gallego de Montevideo. Sí, exactamente, piensan Uds. bien, se trata de ese mismo señor Rodríguez que no quiere hacer cumplir la Ley de banderas. Ese mismo José Luis cuyo Partido, que él dirige, vota en la FEMP para, sencillamente, hacer que se incumpla la Ley, incluso en Ayuntamientos gobernados por el P.S.O.E.. Ese mismo Presidente de Gobierno que relativiza el concepto de nación para debilitar la Nación española y constitucional. En fin, se trata de nuestro gran timonel.

¿Cómo se casa la realidad de su actitud con esa preciosa frase que encabeza nuestro escrito? Desfachatez es la figura. Pura y hedionda desfachatez.

Y eso es lo que nos lleva al argumento central que queremos someter a su consideración: la calaña actual de nuestros políticos.

Estamos convencidos que nuestra Constitución era, en su nacimiento, tan ambigua, frágil e imperfecta como lo es ahora. Pero si ha asegurado veintiséis años de relativa prosperidad y convivencia democrática, sin duda se debe en gran parte a la actitud magnífica de los ciudadanos españoles, pero también, en buena parte, a la actitud leal, constructiva y plena de buena voluntad de los políticos de entonces. Es evidente que no fueron perfectos ( recordemos el GAL o el Prestige, por ejemplo) y que hubo excepciones sibilinas (Jordi Pujol, por ejemplo) en esos estados de ánimo. Pero, en consideración global, fueron políticos y gobernantes que intentaron jugar limpio con nuestra Constitución y que, en mayor o menor grado, tenían en cuenta las necesidades de la sociedad española. Eso es lo que también permitió avanzar a España.

Pero ahora, sustituya Ud. al Señor Suárez, por los señores Acebes y Zaplana capaces de llevar al Tribunal Constitucional el nuevo Estatuto de Cataluña y , a la vez, copiarlo y alabarlo en Andalucía por intereses electorales propios (desfachatez, decíamos). Sustituya Ud. al Señor González, que convoca unas elecciones (que pierde) porque no quiere ceder el 15% de los impuestos a Jordi Pujol , por el señor Rodríguez que dice cualquier cosa y su opuesta según le convenga para engañar a los electores y que cede hasta la hijuela a los separatistas. Sustituya Ud. al Señor Roca y al Señor Ardanza por Ibarreche o Carod ( ¡Josep Lluis, por favor!) que, sencillamente, pretenden delinquir para romper la sociedad española.

Tras el ejercicio de sustitución, llegamos a la conclusión: la ciudadanía española está, en estos momentos, sometida a unos políticos españoles de escasa moral política. Se mueven por intereses de poder personal y partidista sin tener ningún otro valor de referencia. El bien público les importa bastante menos que sus éxitos electorales y que sus trapicheos post-electorales por hacerse con poltronas y coche oficial. Para lo cual el disimulo , el engaño, la demagogia y el populismo son ingredientes indispensables de su quehacer. De vez en cuando, toman alguna medida beneficiosa, sin duda, porque no se puede engañar todo el rato a todo el mundo y deben contentar a sus electores, pero lo grave es que la orientación básica de sus acciones, lo que realmente motiva sus decisiones, son objetivos de poder cortoplacistas. ¿Que se sacrifican intereses superiores, los del futuro de la ciudadanía española? Pues no importa, el que venga detrás que arree.

Por eso cuando el Partido Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía reclama un pacto de Estado entre los grandes partidos para reconducir el desguace de España y poner coto a los chantajes separatistas, aunque cumple con su obligación de cara a la sociedad, clama en el desierto. Poco habrá que hacer mientras tengamos esta generación de políticos.

Pero, por eso también, en la próxima campaña electoral el Partido Ciudadanos debe hacer oír su voz y zarandear a los electores españoles, para ir regenerando la política de nuestra nación, lo que pasa, inevitablemente, por ir jubilando a gran parte de nuestros politicastros actuales.

Enrique Calvet

1 comentario:

Anónimo dijo...

hacía tiempo que no leía semejante enumeración de palabras absurdas. Felicidades!!!