jueves, 10 de enero de 2008

LOS GUATEQUES Y EL DUEÑO DE CASA

Reflexionando sobre la "operación guateque" no sé si sentirme optimista por la benevolencia del electorado o apesadumbrado por su necedad.

Resulta que durante largos años los chicos del Ayuntamiento de Madrid han estado organizando guateques golfos ¡y el dueño de casa sin enterarse! No se ha enterado de que un servicio esencial del Ayuntamiento, como es la concesión de licencias de apertura, era un auténtico calvario para los solicitantes. No se ha enterado de que los funcionarios responsables ayudaban a llevar esa cruz como el Cirineo aunque fuera a título oneroso.

El dueño de casa estaba quizás muy ocupado en contratar grandes obras y no percibía el tufo de la basura que se acumulaba en habitaciones principales. O quizás era su preocupación por los altos designios de la política nacional lo que le mantenía levitando muy por encima de los pinches quehaceres cotidianos.

La verdad es que estos sucesos parecen desmentir el conocido aforismo de que "quien puede lo más, puede lo menos". Es sorprendente: pueden realizarse en tiempo record complejas obras de ingeniería, para asombro de propios, extraños y del Comité Olímpico; en cambio, parece que no es posible que el modesto expediente de apertura de un bar se sustancie en tiempos propios de un país civilizado y con la comodidad y seguridad del administrado propia de un Estado de derecho.

O quizás es que lo verdaderamente difícil no es invertir cifras multimillonarias sino cambiar los procedimientos y subsanar vicios inveterados. O si no es difícil, al menos es incómodo, ingrato y, al parecer de escasa rentabilidad política.

Y esto es lo que me lleva a la reflexión inicial. Los expertos (excepto algún comentarista de la mañana que –ya se sabe- es un peligrosos exaltado) coinciden en que el Sr. Alcalde de Madrid (antes, durante y después de la 'operación guateque') es uno de los grandes activos de su partido, capaz de movilizar votos y apuntalar a su jefe de filas. Seguramente tendrán razón. Pero cabe preguntarse por qué un escándalo de tal magnitud no afecta al prestigio político de una persona. El escándalo no es tanto que algún funcionario haya cometido un delito, cosa que siempre puede suceder, sino que todo un servicio del Ayuntamiento pueda funcionar de forma tan nefasta año tras año sin que ninguno de los políticos-buenos-gestores se aperciba ni haga nada por resolverlo.

Ya digo que el hecho puede tener una interpretación benévola: la mayoría del electorado comprende que "de minimis non curat praetor" (el Alcalde no puede estar en esos pequeños detalles); también puede tener una interpretación amarga: la mayoría del electorado se siente más súbdito que ciudadano, la burocracia inútil, oscura y opresiva pertenece al "orden natural de las cosas".

También es cierto que unos cuantos no pertenecemos a esas mayorías. Ni nos parece un pequeño detalle como funcionen los servicios públicos ni mucho menos estamos dispuestos a tolerar una burocracia que no esté 100% al servicio del ciudadano. No es difícil adivinar quiénes somos; nuestro propio nombre lo dice: "Ciudadanos; Partido de la Ciudadanía".

Juan Manuel Ortega Díaz-Ambrona

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