El dique de contención
Doña Maite Nolla asegura que llega al PP, donde ha entrado directamente a formar parte de la ejecutiva regional en Cataluña, para decirle a Rajoy que no pacte con CIU. De ello se deduce que la señora Nolla es contraria a pactar con un partido nacionalista que durante muchos años ha gobernado en Cataluña, los últimos con el decisivo apoyo de los populares catalanes. Y aún más: que no las tiene todas consigo y sospecha, con base fundada, que está en la intención del líder del primer partido de la oposición formar una mayoría parlamentaria con el apoyo de los nacionalistas para ser presidente del Gobierno, siempre que la aritmética se lo permita después del 9 de marzo. El asunto reviste interés, dejando a un lado los nombres propios, por cuanto permite reflexionar sobre las motivaciones que llevan a la afiliación política. Vale decir: un ciudadano se inscribe en una organización con la que tiene un elevado porcentaje de coincidencias ideológicas y estratégicas y lo hace para aportar su granito de arena a la causa común. Sin embargo, la doctrina Nolla establece un planteamiento inédito, por el cuál la labor del militante se asemeja a la del primo mayor que acompaña a la pandilla de verano para que las mamás se queden tranquilas. En la primera campaña electoral para unas generales de la que uno tiene memoria adulta, la de 1993, corrieron ríos de tinta sobre el fichaje del juez estrella Garzón como número 2 del PSOE en Madrid. Felipe González, en su agonía política, se hacía acompañar de un hombre que había destacado por actuaciones judiciales contra la corrupción, el fenómeno que aparecía cada vez más ligado a las administraciones gestionadas por los socialistas. Todo un síntoma de que la conciencia de los gobernantes del momento no estaba tranquila en relación a esta cuestión. Más de una década después, la conciencia del otro gran partido nacional no está tranquila respecto a su relación con lo más atávico de la política española: los nacionalismos de viejo o nuevo cuño. Rajoy escuchará muchas cosas de muchos dirigentes de su partido hasta el día de las elecciones y también después. Y no parece ilógico pensar que tendrán más ascendente sobre él dirigentes de mayor peso específico y experiencia que su último fichaje para Cataluña. Voces como las de Juan Costa – "hay que volver al 96"-, Gabriel Elorriaga – "cuando no se habla de modelo de estado nuestras coincidencias con CIU y el PNV son muchas" o Pío García Escudero, que recientemente también ha abogado por esa vía para volver a La Moncloa. Voces a las que no cabe contraponer ninguna otra en sentido desaprobatorio. El dique de contención contra la corrupción que se suponía iba a representar Garzón terminó abandonando la nave para posteriormente tener una actuación decisiva en la reapertura del caso GAL, que permitió depurar las responsabilidades penales de la cúpula de Interior. Quizá haya cosas que sólo se puedan evitar fuera de ciertos partidos. Julio Veiga
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