Enanismo cultural
En un artículo cubriendo las inquietudes lectoras de los candidatos electorales –un clásico ya en los medios con anterioridad a las citas con las urnas-, la revista El Cultural recoge una amplia muestra de políticos entrevistados.
¿Conclusiones a extraer? Pocas y no especialmente esperanzadoras.
Un candidato del PSOE lee a Millás, ignorando las discretas críticas que ha recibido su “Laura y Julio”. Otro del PP se apunta al histriónico “Turistas del ideal”, donde Ignacio Vidal-Folch se mofa sin recato de un buen número de estandartes de la progresía iberoamericana.
Los candidatos autonómicos se apuntan mayormente a obras con una obvia ligazón a sus comunidades de origen. La valenciana, a lo publicado por una editorial de esa tierra. El vasco –como buen nacionalista de pura cepa-, centra sus neuronas en aprender sobre la saga de “Los cuatro Arrue. Artistas vascos.”
No falta quien demuestra, como el candidato del PP en la comunidad balear, una monolítica pasión por su oficio, con lecturas que profundizan en aspectos de la experiencia del hombre político.
Pero, donde se llega a las más altas cotas de un clamoroso enanismo cultural, es cuando candidatos municipales se las ven y se las desean para lanzar un mensaje en clave localista. Ocurre por ejemplo con la candidata popular a la alcaldía de Vigo, que destaca un libro de un autor canadiense –Robertson Davies, muy bueno por cierto-, para introducir la cuña de que la editorial que lo ha puesto en las librerías españolas es de origen vigués.
¿Será esto un testimonio más a la hegemonía de los asesores de imagen en la política moderna?
En un soplo de aire fresco, alegra leer que la candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona, además del poco sorprendente mencionar a Savater, y supongo más libre que otros políticos de leer –o decir leer- lo que le apetece, menciona un libro pseudocómico alrededor de la psiquiatría: “Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos”. A los libros, lo que es de los libros.
¿Conclusiones a extraer? Pocas y no especialmente esperanzadoras.
Un candidato del PSOE lee a Millás, ignorando las discretas críticas que ha recibido su “Laura y Julio”. Otro del PP se apunta al histriónico “Turistas del ideal”, donde Ignacio Vidal-Folch se mofa sin recato de un buen número de estandartes de la progresía iberoamericana.
Los candidatos autonómicos se apuntan mayormente a obras con una obvia ligazón a sus comunidades de origen. La valenciana, a lo publicado por una editorial de esa tierra. El vasco –como buen nacionalista de pura cepa-, centra sus neuronas en aprender sobre la saga de “Los cuatro Arrue. Artistas vascos.”
No falta quien demuestra, como el candidato del PP en la comunidad balear, una monolítica pasión por su oficio, con lecturas que profundizan en aspectos de la experiencia del hombre político.
Pero, donde se llega a las más altas cotas de un clamoroso enanismo cultural, es cuando candidatos municipales se las ven y se las desean para lanzar un mensaje en clave localista. Ocurre por ejemplo con la candidata popular a la alcaldía de Vigo, que destaca un libro de un autor canadiense –Robertson Davies, muy bueno por cierto-, para introducir la cuña de que la editorial que lo ha puesto en las librerías españolas es de origen vigués.
¿Será esto un testimonio más a la hegemonía de los asesores de imagen en la política moderna?
En un soplo de aire fresco, alegra leer que la candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona, además del poco sorprendente mencionar a Savater, y supongo más libre que otros políticos de leer –o decir leer- lo que le apetece, menciona un libro pseudocómico alrededor de la psiquiatría: “Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos”. A los libros, lo que es de los libros.
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