Delincuencia en Vigo
La delincuencia política ha pasado por la ciudad de Vigo. La delincuencia, digo, y no la violencia o el “clima de fuerte tensión social” tan del gusto de los cronistas. Para encontrarla hay que escarbar en la prensa escrita, pero por ahí aparecen miles de expedientes quemados o destrozados; máquinas de café pagadas con el dinero del contribuyente arrolladas; contenedores, 200 según el Ayuntamiento, incendiados al más puro estilo de los cachorros de ETA, etc.
Como casi siempre, los más salerosos “entraban en acción” tras el muy pertinente grito de ¡fuego! y los menos- ¿posible sector moderado?- esperaban y jaleaban en la calle entre expedientes voladores y banderas gallegas que coronaban la gesta sustituyendo a la de España. Todo como una fiesta, un concepto que me retrotrae a mis primeros recuerdos como oyente radiofónico: el último Gobierno de González afrontaba, allá por el 94, su última Huelga General. El periodista que cubría el habitual espacio deportivo de medianoche para informar de los primeros minutos del acontecimiento conectaba con un dirigente de las CCOO que lideraba Antonio Gutiérrez. Era un tal Agustín Moreno, siempre en la eterna (por soviética) resistencia opositora dentro del sindicato. A la pregunta de trámite y cortesía Moreno contestaba: “….bien, bien, esto es una fiesta…..”.
Toda fiesta, claro, produce sus desperfectos y en todas hay lugares-¿la habitación de papá?- intocables, como en Vigo ha sido la sección de Trabajo de la delegación del Gobierno regional. Allí seguirán reuniéndose patronal y sindicatos para cerrar un acuerdo definitivo. Lo harán con más calma ya que, según un portavoz de los trabajadores, éstos han decidido “descansar”.
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