lunes, 14 de mayo de 2007

Lo que nos faltaba




Es cierto que en las decisiones empresariales de inversión influyen factores políticos y que en el caso de elecciones, no suele ser lo mismo que triunfe una u otra opción. Pero esto era mucho más verdad hace años. Hoy, cuando las diferencias programáticas y, sobre todo, la realidad de las políticas económicas prácticamente han desaparecido, lo anterior no lo es tanto. Sobre todo, en los países desarrollados. En otros, puede ser distinto, caso, por ejemplo, de Ecuador donde para el inversor privado no era lo mismo la victoria de Correa que la de Noboa. En principio.

Inmediatamente antes de las elecciones que en Brasil dieron la primera victoria a Lula, hubo allí un cierto escándalo porque el Fondo Monetario Internacional poco menos que obligó a un acuerdo sobre determinada política económica a aplicar en caso de victoria. Hoy, el asunto no tiene mayor importancia pues Lula ha demostrado ser, como algunos suponían, un estricto seguidor de las recetas de esa institución.

Pero lo que nunca habíamos visto, al menos tan a las claras, es lo ocurrido estos días en Valencia, con motivo de la presentación de un nuevo circuito urbano de Fórmula Uno. El caballerito (como diría Castro) Ecclestone, multimillonario dueño de ese circo, ha manifestado en el acto oficial que el proyecto sólo sería realidad si se da un triunfo del PP en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Intervención burda e inadmisible se llama la figura. Luego, como siempre, han venido las matizaciones. Al parecer, su postura vendría basada en que el PSOE valenciano habría manifestado su oposición al tal proyecto. Si es así, hay que felicitar a ese partido pero también habría que decir al “zar” de la Fórmula Uno, que no se preocupe porque, en caso de victoria socialista, sus gobernantes serían igual de serviciales que los del PP.

Este proyecto y otros más de lo que el Ayuntamiento y la Comunidad de Valencia son entusiastas , como son el nuevo Palacio de la Música o esa cosa elitista y que a muy pocos interesa, llamada la Copa del América, están plenamente en lo que se llama la “ modernidad”. La cosa consiste, según se afirma por los “gurúes” de la cosa, en poner a la ciudad de turno “en el mapa” con obras “emblemáticas”, firmadas por grandes arquitectos, paradigma de esa modernidad. Las cifras invertidas son multimillonarias y siempre, siempre, como mínimo tres o cuatro veces por encima de los presupuestos aprobados. Se acompañan de estudios que aseguran – el papel lo resiste todo- beneficios redondos además de esos intangibles de situarse en el mapa. El estudio sobre esos presuntos y astronómicos beneficios de la Copa, difícilmente creíbles, es un ejemplo de libro. Lo que esta claro, por ejemplo, es el enorme déficit de explotación del nuevo Palacio de la Música.

Intencionadamente se olvida además, y lógicamente se ignora por la mayoría de la población, una cosa muy sencilla y muy importante: no hay sólo un coste directo sino otro alternativo, representado por las cosas que se podrían hacer con esos dineros, desde mejoras de barrios marginales hasta viviendas baratas, escuelas, hospitales, infraestructuras, urbanismo racional, etc., es decir realidades que benefician a las mayorías más desfavorecidas de la sociedad. Claro que eso es menos “moderno”, tiene mucho menos impacto político y, sobre todo, favorece menos a los amigos poderosos.

Luis de Velasco

1 comentario:

Anónimo dijo...

el coste alternativo nadie o muy pocos lo tiene en cuenta , no da tantos votos como un circuito de F1