jueves, 21 de junio de 2007

La izquierda y ETA


Se ha señalado, con acierto, la ausencia mediática de ETA en la conmemoración de las primeras elecciones de 1977 y en el recuerdo de lo que entonces amenazaba al incipiente régimen democrático. El olvido en sí es la mejor representación del espíritu de la época; los años oscuros en los que, con honrosísimas pero insignificantes excepciones, los muertos, que en ocasiones se contaban con cifras de tres dígitos en un solo año, eran enterrados por la puerta de atrás y a duras penas alcanzaban algún titular de portada. Noticias de prensa breves y ocultas, pero en las que se aprovechaba cuidadosamente el espacio para relatar con precisión de metrónomo algún avatar biográfico del asesinado que servía como remate del crimen: cosas del tipo “joven tradicionalista”; “tenía vínculos con la extrema derecha”; “era confidente de la Guardia Civil”….

El asunto, al margen de la indignación que suscita, es de interés por cuanto destruye en pedazos el tópico, periodístico y ciudadano, de que el terrorismo crece cuando alcanza notoriedad mediática. Ha escrito con lucidez Arcadi Espada que es precisamente en el monte, bajo la capucha, donde el prestigio del crimen gana enteros y puede sobrevivir.

Pero además, el recuerdo de los años de plomo evidencia la manga ancha con la que gran parte de la izquierda ha tratado al terrorismo nacionalista vasco. Algo que revela la perversa dialéctica con la que algunos empezaron a condenar los crímenes, que se realizaban-¡horror!- “contra trabajadores”. Idéntica a la que, aún hoy, identifica a los etarras con el franquismo y dice que es la banda terrorista el último lastre del régimen extinguido. Del franquismo, dicen, como queriendo extirpar de su seno el maligno tumor que, como todo lo maligno, sólo puede habitar extramuros de la beatería progre.

Julio Veiga

1 comentario:

la Guillotina dijo...

Todo muy cierto, vergonzoso y doloroso, sin perjuicio siempre de honrosas excepciones y matizaciones desde la izquierda contra el terrorismo..