La(s) identidad(es)
En un artículo publicado en El País este domingo, el premio Nobel de Economía bengalí, Amartya Sen, reflexionaba acerca de las relaciones entre identidad y violencia.
Argüía Sen que la experiencia histórica nos ha mostrado, con trágica recurrencia, la peligrosidad de asociación entre ambos conceptos. Y es que resulta muy poco contencioso proclamar que han sido delirios identitarios, precisamente, las fuerzas motrices detrás de las mayores atrocidades que ha cometido el género humano.
Apostillaba Sen, al mismo tiempo, que antes de proceder a la crítica de la identidad como concepto político-social, es necesario afirmar los elementos positivos asociables a ella.
Y es que el hecho de identificarse con los demás -con otros individuos- en la misma comunidad social, puede hacer que la vida de todos sea mucho mejor dentro de esa comunidad. ¿No es esto innegable? Además, no hay que olvidar que cualquier identidad, en principio, puede ser compartida por un número ilimitado de personas.
La praxis, sin embargo, nos devuelve a la tierra enseñándonos que el rasgo definitorio de cualquier identidad es la exclusión, sea ésta por motivos de raza, género, lengua o cualquier otro factor.
¿Existe una solución más allá del universalismo, de propugnar que la única identidad ‘buena’ es la que nos englobaría a todos los seres humanos? Obviando incluso que ni siquiera en torno a ésa podríamos lograr un consenso absoluto -surgirían problemas relativos al origen y final de la vida, así como otros relativos a las relaciones entre las distintas especies- parece claro que no encontraremos la solución profundizando por este camino.
Sen propone el ángulo contrario: la dilución de una sola identidad en muchas otras, restándole protagonismo a cualquiera que nos quiera ser vendida como la troncal y definitoria; como la que nos separa a todos y cada uno de nosotros del ‘enemigo’.
Es ése un reto de vital importancia para toda la ciudadanía española, especialmente en estos tiempos que corren tan impregnados de sectarismo ideológico y odioso nacionalismo. El reto, repito, de todos nosotros.
Argüía Sen que la experiencia histórica nos ha mostrado, con trágica recurrencia, la peligrosidad de asociación entre ambos conceptos. Y es que resulta muy poco contencioso proclamar que han sido delirios identitarios, precisamente, las fuerzas motrices detrás de las mayores atrocidades que ha cometido el género humano.
Apostillaba Sen, al mismo tiempo, que antes de proceder a la crítica de la identidad como concepto político-social, es necesario afirmar los elementos positivos asociables a ella.
Y es que el hecho de identificarse con los demás -con otros individuos- en la misma comunidad social, puede hacer que la vida de todos sea mucho mejor dentro de esa comunidad. ¿No es esto innegable? Además, no hay que olvidar que cualquier identidad, en principio, puede ser compartida por un número ilimitado de personas.
La praxis, sin embargo, nos devuelve a la tierra enseñándonos que el rasgo definitorio de cualquier identidad es la exclusión, sea ésta por motivos de raza, género, lengua o cualquier otro factor.
¿Existe una solución más allá del universalismo, de propugnar que la única identidad ‘buena’ es la que nos englobaría a todos los seres humanos? Obviando incluso que ni siquiera en torno a ésa podríamos lograr un consenso absoluto -surgirían problemas relativos al origen y final de la vida, así como otros relativos a las relaciones entre las distintas especies- parece claro que no encontraremos la solución profundizando por este camino.
Sen propone el ángulo contrario: la dilución de una sola identidad en muchas otras, restándole protagonismo a cualquiera que nos quiera ser vendida como la troncal y definitoria; como la que nos separa a todos y cada uno de nosotros del ‘enemigo’.
Es ése un reto de vital importancia para toda la ciudadanía española, especialmente en estos tiempos que corren tan impregnados de sectarismo ideológico y odioso nacionalismo. El reto, repito, de todos nosotros.
9 comentarios:
Hombre, si ya empiezas tú diciendo "estos tiempos que corren tan impregnados de sectarismo ideológico y odioso nacionalismo" estás haciendo un flaco favor a la convivencia.
Ten en cuenta que tu anti-nacionalismo, también es identitario.
Una señal clara es que os juntáis en un partido político y seguís a Arcadi, Boadella y resto de portavoces de la no-identidad, que -al menos para mi- está perfectamente identificada.
Peter - el nacionalismo, como el fascismo, no me parece una opción política igual de respetable que las demás. Encuentro en él un fundamento último profundamente antidemocrático.
Sin embargo, si todos estructurasemos nuestra identidad social en torno a más ejes (afinidades culturales, aficiones, personajes admirados, gustos culinarios...) yo podría ver en ti algo más que a un nacionalista, y tú podrías (espero) considerarme algo más que otro españolista reaccionario mal disfrazado.
Un saludo,
Jacobo
Jacobo: no soy nacionalista. Mal podría serlo un currante de los madriles nacido en provincias manchegas en tiempos de José Bono.
A mí me parece tan falto de sentido el nacionalismo como la postura de Ciudadanos contra el nacionalismo.
Pero no por ello os comparo con los fascistas, ni nada por el estilo.
Fíjate que, ya en la primera contestación, has llevado a cumplimiento la Ley de Godwin:
La ley de Godwin:
"A medida que una discusión en Internet se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno".
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin
Peter - ahora que ya hemos superado a Godwin (sin duda un hombre muy perspicaz), te agradecería que me explicases por qué te parece mal la postura de C's contra el nacionalismo.
¿Consideras esa ideología tan respetable como cualquier otra?
Te lo pregunto con total sinceridad.
Un saludo,
Jacobo
Jacobo, con mucho gusto.
No entiendo por qué el nacionalismo político haya de ser combatido con más armas que las políticas, o sea, votando otra cosa. Y demostrando con los hechos, desde la acción política en el poder o en la oposición, que otras políticas son mejores.
Lo que me rechina de Ciudadanos es esa continuo insulto a los nacionalistas, a quienes se tacha de tener ideas "míticas", prácticamente irracionales.
Conozco nacionalistas que son inteligentes, sensatos y honestos. Y vosotros también.
Otra cosa sería un nacionalismo no democrático. Para ese caso ya tenemos una ley que ilegaliza a determinados partidos, pero no por ser nacionalistas, sino porque contemplan el crimen como método político. Si no se distingue eso, creo que se comete un error. Los nacionalistas, en España, están gobernando en Cataluña, el País Vasco y Galicia, porque la gente les ha elegido. No me parece oportuno ni respetuoso decir a sus votantes que son "imbéciles" o "fascistas". Bueno, decirles eso es la mejor manera de que vuelvan a hacerlo (como ha pasado en Cataluña, con la segunda versión del tripartito): Ciudadanos entró en el Parlamento Catalán, para nada de momento. Los que siguen mandando son los del tripartito. O sea, la aparición de Ciudadanos y la re-edición del tripartito son simultáneas, y quizá (lo digo como posibilidad) el fenómeno Ciudadanos ayudó a que un gobierno objetivamente malo (esto nadie lo niega) haya vuelto a vencer en las urnas.
Para mí, distinguir entre el nacionalismo y la irracionalidad es como distinguir la laicidad del laicismo. Con la laicidad y la separación Iglesia-Estado estoy totalmente de acuerdo. Ahora bien, con el laicismo entendido como lo entienden Arcadi Espada y Savater, que es una especie de "confesionalismo" ateo, con la consiguiente falta de raciocinio, y la privación de libertad (de desenvolvimiento público) de lo religioso, pues no estoy de acuerdo.
Esa es mi opinión, con todo respeto.
Peter - te agradezco mucho que expreses tu opinión de un modo tan claro.
Te respondo:
Para mí, y para muchos dentro de Ciudadanos, no todo lo que se vota es igual de legítimo.
Rawls -un filósofo al que admiro mucho- distingue entre lo racional y lo razonable. En su concepción teórica, lo razonable sería, por ejemplo, aquel modelo de sociedad que todos deberíamos considerar aceptable antes de determinar quién ocupa qué posición concreta.
Lo racional, en contraste, es aquello que responde a una situación de incentivos individuales planteados.
¿Por qué todo este rollo? Porque tal y como está cofigurado el escenario político español, votar nacionalista es racional, aunque no razonable. Yo soy gallego, y conozco muchísima gente que vota nacionalista, forzando incluso al PP a mimetizarse con aspectos de este mensaje, porque lo racional, hoy por hoy, es votar por tu grupito de presión para que negocie mayores prebendas para tu terruño.
Ahora bien, ¿es ese un modelo razonable a largo plazo? Solbes ya habla del Sudoku presupuestario. O cambiamos estre todos el modelo pronto, o desembocaremos en un Estado completamente ingobernable.
Un saludo,
Jacobo
PD: del laicismo podemos
Jacobo: lo de la "ingobernabilidad" no me convence para nada. Precisamente para eso está el ministro de Economía, para hacer Sudokus presupuestarios.
Es cierto que la mecánica de los pactos post-electorales, que es buena en sí misma, puede tener resultados lamentables. Pero no culparía de ellos a los partidos pequeños, sino a los grandes, que son los que ceden.
Si dentro del PSOE o del PP hubiera personas con agallas para oponerse a un pacto inmoral, entonces el asunto estaría resuelto. El caso de Tamayo y Sáez (suponiendo, porque no lo sé con certeza, que fueran ciertas sus explicaciones) es para mí emblemático: eso mismo deberían haber hecho los diputados del PSOE por Extremadura (por citar una Comunidad): oponerse y tener agallas para votar "no" al Estatut.
Lo demás son teorías y milongas. Si la gente no es honesta, ya puedes hacer la ley electoral que quieras. Y si los cargos electos no son honestos, aunque lleven vuestra "C" en la camiseta, la cosa no funcionará.
¿Quién me puede garantizar que los Ciudadanos son más decentes que los demás? De momento, observando la trayectoria política de Rivera (que debería haber dimitido el día que reconoció haber mentido), la cosa no está nada clara.
Es más, teniendo en cuenta el relativismo moral de Rivera, y también de Arcadi Espada, de Azúa y de Boadella, todo me hace pensar que no tienen resortes intelectuales para ser más honestos que otros.
Por eso, más que fomentar la "gobernabilidad", que para mí es un atentado a la democracia, lo que haría es listas abiertas y favorecer un mayor control de cada candidato por parte de sus electores. Usar la ley para "obligarles" en lo posible a responder de sus actos, y no cada cuatro años, sino todos los días, a todas horas.
Tirar a la papelera los votos de los nacionalistas, o de los cientos de miles de personas que votan opciones minoritarias, por la sencilla razón de que su opción ha sido poco votada, equivale a tirar a la papelera todos los votos de Aragón, Extremadura, Asturias, Islas Baleares, Navarra, Cantabria o La Rioja: comunidades, todas ellas, con una población inferior al 3% de la población española.
Peter - creo que en nuestro programa electoral para las generales vas a encontrar muchas cosas que te van a gustar, y que hoy en día no defiende nadie.
Si al final vamos a ser compañeros de partido... :)
Un saludo cordial,
Jacobo
Jacobo: a ver si es verdad. Nada me gustaría más que encontrar en algún sitio la horma de mi zapato, que tanto daño me hace a ratos.
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