El presidente y el banquero.
Felipe González apuraba su últimos meses en La Moncloa -tenía que saber que el milagro del 93 era irrepetible- cuando acusó a Botín de haber roto la “neutralidad histórica” de la banca, lo que quiera que eso signifique. Y todo porque don Emilio, en la misma convicción de que el 96 no era el 93, le había pedido baile a Aznar. Erraba Glez, como había empezado a llamarle el maestro Umbral por cuando entonces, y no por el precedente citado entonces de Botín padre y su apoyo entusiasta a la expropiación de Rumasa. Así es como entiende la neutralidad la gente del dinero en España, algo que no ha tenido fisuras con los distintos gobiernos de la democracia.
El recuerdo me relampaguea en la cabeza al contemplar el entrañable cheeck to cheeck del presidente del Santander con Zapatero: -tu Gobierno, José Luis -…..no, no, tu banco Emilio -….insisto, tu Gobierno-….insisto más, tu banco. E inevitablemente vuelvo al 96, y a las fieras de progreso en trance de exilio. Pobrecillos, lo que hubieran dado por ver el bigote aznarí junto a los tirantes rojos en un desayuno de mesa camilla, glosado al día siguiente por el viñetista de cabecera junto a alguna de sus proclamas solidarias, tipo 0,7 ya.
Volviendo al presente, lástima que el frente económico que el Gobierno ofrece como ejemplo de su solvencia una vez que considera cerrados el territorial o nacional y el antiterrorista comience a dar claros síntomas de resquebrajamiento. Los mismos que la maquinaria de propaganda presidencial, porque lo de correr por la playa de Sanlúcar sin dejar huella es casi como el récord de velocidad que dijo haber batido el anterior inquilino de La Moncloa.
El recuerdo me relampaguea en la cabeza al contemplar el entrañable cheeck to cheeck del presidente del Santander con Zapatero: -tu Gobierno, José Luis -…..no, no, tu banco Emilio -….insisto, tu Gobierno-….insisto más, tu banco. E inevitablemente vuelvo al 96, y a las fieras de progreso en trance de exilio. Pobrecillos, lo que hubieran dado por ver el bigote aznarí junto a los tirantes rojos en un desayuno de mesa camilla, glosado al día siguiente por el viñetista de cabecera junto a alguna de sus proclamas solidarias, tipo 0,7 ya.
Volviendo al presente, lástima que el frente económico que el Gobierno ofrece como ejemplo de su solvencia una vez que considera cerrados el territorial o nacional y el antiterrorista comience a dar claros síntomas de resquebrajamiento. Los mismos que la maquinaria de propaganda presidencial, porque lo de correr por la playa de Sanlúcar sin dejar huella es casi como el récord de velocidad que dijo haber batido el anterior inquilino de La Moncloa.
Julio Veiga
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