OPA…P
Mucho se ha hablado en esta legislatura acerca de la necesidad de reformar la ley que regula las Ofertas Públicas de Adquisición de valores. Estas operaciones, comúnmente conocidas por sus siglas –OPA–, son uno de los elementos clave en la continua reconfiguración del mapa empresarial nacional.
Fijando como referencia la práctica anglosajona, con un largo y rico historial de paulatino perfeccionamiento a sus espaldas, los críticos de la actual ley de OPAs española apuntan algunas de sus deficiencias principales.
Se critica, por encima de otras consideraciones, la facilidad con la que un comprador puede adquirir el control de otra empresa sin dar la cara. Dar la cara significa aquí hacer una oferta clara y abierta a la totalidad de los accionistas de la empresa objetivo.
Con su aquiescencia respecto a las ofertas parciales, la ley española permite cambios de control que adolecen de una gran falta de transparencia por el desigual trato otorgado a los distintos tenedores de valores.
Tras el anuncio del pasado jueves, mediante el cual UPyD confirmó que acudirá en solitario a las próximas elecciones generales, parece oportuno extender esta reflexión desde el campo empresarial al de los partidos políticos.
Quizás tendría sentido que, tras lo acontecido en estos últimos meses, los distintos proyectos de regeneración democrática en nuestro país pasasen a incluir una nueva propuesta de ley en sus programas: aquella mediante la cual los acercamientos entre partidos tuviesen que estar regidos por el principio de la máxima transparencia.
De ese modo se lograría neutralizar la posibilidad de recurso a argumentos tan peregrinos como el empleado por UPyD en el citado comunicado del 25 de octubre. De acuerdo con este argumento, Ciudadanos sería un partido ‘distinto’ –que desempeña “otro papel”–, porque de no ser así los impulsores de UPyD se habrían integrado en esa formación. Ahí queda eso, fijando postura, tras tanta declaración repleta de ambigüedad.
¿Acaso difiere esta lógica de la inserta en afirmar el tan denostado “lo que no existe, no puede delinquir” –Goirizelaia dixit–? En los dos casos, desde un punto de vista puramente lógico, se consagra un apriorismo circular, ajeno a cualquier incursión en la realidad exterior al pseudo-razonamiento.
¿Cómo de ‘distinto’ será C’s respeto a UPyD si llegada la noche del escrutinio electoral la suma de los votos en alguna circunscripción llegará al umbral de escaño no obtenido por ninguna de las dos formaciones en solitario?
Ya sé quienes brindarán con cava –o txacoli– ese día. Muchos, demasiados ciudadanos, no nos encontraremos entre ellos.
Fijando como referencia la práctica anglosajona, con un largo y rico historial de paulatino perfeccionamiento a sus espaldas, los críticos de la actual ley de OPAs española apuntan algunas de sus deficiencias principales.
Se critica, por encima de otras consideraciones, la facilidad con la que un comprador puede adquirir el control de otra empresa sin dar la cara. Dar la cara significa aquí hacer una oferta clara y abierta a la totalidad de los accionistas de la empresa objetivo.
Con su aquiescencia respecto a las ofertas parciales, la ley española permite cambios de control que adolecen de una gran falta de transparencia por el desigual trato otorgado a los distintos tenedores de valores.
Tras el anuncio del pasado jueves, mediante el cual UPyD confirmó que acudirá en solitario a las próximas elecciones generales, parece oportuno extender esta reflexión desde el campo empresarial al de los partidos políticos.
Quizás tendría sentido que, tras lo acontecido en estos últimos meses, los distintos proyectos de regeneración democrática en nuestro país pasasen a incluir una nueva propuesta de ley en sus programas: aquella mediante la cual los acercamientos entre partidos tuviesen que estar regidos por el principio de la máxima transparencia.
De ese modo se lograría neutralizar la posibilidad de recurso a argumentos tan peregrinos como el empleado por UPyD en el citado comunicado del 25 de octubre. De acuerdo con este argumento, Ciudadanos sería un partido ‘distinto’ –que desempeña “otro papel”–, porque de no ser así los impulsores de UPyD se habrían integrado en esa formación. Ahí queda eso, fijando postura, tras tanta declaración repleta de ambigüedad.
¿Acaso difiere esta lógica de la inserta en afirmar el tan denostado “lo que no existe, no puede delinquir” –Goirizelaia dixit–? En los dos casos, desde un punto de vista puramente lógico, se consagra un apriorismo circular, ajeno a cualquier incursión en la realidad exterior al pseudo-razonamiento.
¿Cómo de ‘distinto’ será C’s respeto a UPyD si llegada la noche del escrutinio electoral la suma de los votos en alguna circunscripción llegará al umbral de escaño no obtenido por ninguna de las dos formaciones en solitario?
Ya sé quienes brindarán con cava –o txacoli– ese día. Muchos, demasiados ciudadanos, no nos encontraremos entre ellos.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, Jacobo.
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