¿Quién avala la conspiración?
Publicado en ABC.es
German Yanke
¡Lo que hemos escuchado y leído! Que la «falta de autopsias» en el piso de Leganés ponía en duda lo que allí había ocurrido e incluso que los ocupantes de la vivienda «habían sido suicidados», que la mochila era una prueba falsa, que no se sabía lo que había estallado en los trenes, que no se quería investigar el papel de ETA en los atentados del 11-M, que había que ver qué hacían o qué responsabilidad tenían determinados servicios del Estado, que se quería imponer una «verdad oficial», que el juez instructor era un patán o un manipulador, que el secreto del sumario atentaba a la defensa de los imputados y a la propia investigación. Y más. Y mucho más.
Ese ha sido el ambiente de crispación en el que se ha llevado a cabo la investigación y el juicio. Aunque ayer el tribunal presidido por el magistrado Javier Gómez Bermúdez replicara a argumentos utilizados en el juicio, la sentencia tiene una clara descripción de la mayoría de estos procedimientos de «la teoría de la conspiración»: se toma un hecho, se descontextualiza, se desvirtúa así su significado real y sus consecuencias lógicas y jurídicas, se hace pender todo el proceso de el hecho así entendido y, tras todo ello, se siembra la duda, se critican las evidencias y se coloca encima de la mesa una «teoría alternativa».
Más claro, agua. O ni eso. La sentencia establece que no hubo indefensión por el secreto sumarial, que la referencia a la ausencia de autopsias es falaz, que no hay duda racional sobre lo que ocurrió en el piso de Leganés, que la prueba de la mochila -aunque fuera trasladada en un «extravagante periplo»- es auténtica, que no hay, por el contrario, prueba alguna que avale la tesis de la participación de ETA y que se ha acreditado cómo se compraba, se trasegaba y se transportaba la dinamita desde Asturias hasta el grupo terrorista islamista en Madrid para ser utilizada en los atentados.
Más incluso: que no es verdad que los peritos coincidieran en que no se puede saber lo que estalló el 11-M; que su acuerdo era en torno a la imposibilidad de determinar la marca comercial del explosivo. Es decir, que se ha acreditado que toda o gran parte de la dinamita procedía de la Mina Conchita y que Suárez Trashorras ha sido condenado como cooperador necesario.
Para quienes han insistido en que no se ha investigado la posible participación de ETA, la sentencia señala no ya que una ampliación de la investigación debería sustentarse al menos en indicios serios, sino que la revisión de los testimonios y de al menos nueve informes revela la ausencia de prueba alguna.
Lo sorprendente, vistas las evidencias, es que entre los conspirativos y los defensores de teorías alternativas no sólo había periodistas alterados e investigadores aficionados. Allí han estado algunos dirigentes del PP, con su secretario general entre ellos y el portavoz parlamentario a la cabeza.
No se entiende que, tras la Comisión de Investigación en el Congreso -que el PP tomó con entusiasmo para defenderse de las acusaciones de mentir o de tener alguna responsabilidad por su política exterior, extremo impresentable- se haya mantenido una estrategia tan alejada del sentido común promocionada por este grupo y no desautorizada por los demás.
En este contexto, las palabras de Mariano Rajoy «ante» la sentencia, como reza el documento del PP, son paradójicas y atosigantes. El líder de la oposición, en vez de limitarse a acatar y respetar la sentencia y recordar a las víctimas, afirma que apoya «otra» investigación para que sean identificados los inductores o autores intelectuales de los atentados «sin límites en la acción de la justicia».
Ante tan desafortunada declaración se ha argumentado después que ya la fiscal dijo que algunos de ellos podrían no estar en el banquillo, pero a nadie se le oculta que, después de todo lo dicho y hecho por algunos de los suyos, parece más bien que lo que respeta y acata es la actuación atrabiliaria de estos y no la de los jueces.
Como si faltara algo, como si se tratase de una media verdad, como si se pudiese obviar, entre otras cosas, que «El Egipcio» no ha sido condenado por pertenencia a organización terrorista porque ya ha sido condenado por el mismo delito en Italia, como si la «otra» investigación no siguiera llevando al terrorismo islamista.
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