El nacimiento moral del Partido de la Ciudadanía
El nacimiento de partidos, como Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, y otros, tienen una justificación moral (o ética, para nosotros sinónimo,) que conviene resaltar por lo que tiene de indicativa de un particular momento histórico. Diríamos de una particularidad española en el conjunto de la U.E. que coloca a España en situación de grave desestabilización.
En efecto, el nacimiento de nuevos partidos o movimientos (p.e. el del Sr. Bayrou en Francia) son acontecimientos estrictamente políticos que corresponden a deseos de conducir la gestión de los asuntos públicos de otra manera, o, a lo sumo, de priorizar unos valores sobre otros dentro de la amplia panoplia de los valores compartidos por la civilización occidental (equilibrios seguridad / libertad, libre empresa / solidaridad, eficacia /distribución, etc…). No es nuestro caso. Nuestro caso es que, prioritariamente, se produce un acto de rebelión moral que trasciende a la gestión política.
Dos son los inmensos errores del gobierno del Sr. Rodríguez (Zapatero). El primero, la gestión de la política para acabar con el terrorismo. Nadie duda hoy que se ejerció con una torpeza muy peligrosa y una incompetencia que ha terminado reflotando los objetivos y la capacidad destructiva del terrorismo, que estuvieron bajo mínimos. Pero es lo cierto que cabe admitir que las intenciones eran buenas y la finalidad perseguida compartible por todos: acabar con esa tragedia para España que es el terrorismo vasco. Desastrosa fue la estrategia, pero nada se puede reprochar a la intención. No creemos que ese motivo hubiese sido suficiente para el nacimiento de C’s.
Pero esto se acompañó (y se entrelazó) con otro error que, ese sí, resultó infame. Por motivos estrictamente partidistas, de ansia de poder, e incluso, de ambiciones personales (como entregarse a un PSC hipernacionalista para ganar un Congreso) el gobierno se entregó a los separatismos más o menos encubiertos, más o menos explícitos. Es cierto que el terreno venía abonado por la costumbre de pactos con nacionalistas obligados por nuestra nefanda y poco democrática ley electoral, pero las cotas alcanzadas en esta legislatura rompen la barrera moral. ¿Quién, en Europa, pactaría con un partido cuyo objetivo es destrozar España, como ERC? ¿Quién permitiría la presencia en el CGPJ de un perjuro destructivo como López Tena? ¿Quién permitiría la consideración de legal a ANV o al partido comunista de las tierras vascas?¿Quién permitiría a sus huestes negociar oficialmente con Batasuna? Y no faltan ejemplos.
Pero, además, se produjo en ese momento, y simultáneamente, otra perversión moral. Al dar carta de naturaleza y poder al independentismo (¿se acuerdan de quién se declaraba abiertamente independentista y ponía fechas a la secesión hace cuatro años? Nadie) , al legitimar el establecimiento de nuevas fronteras, al colaborar con la creación de ciudadanos de primera y de segunda, al establecer relaciones bilaterales con regiones de España, al romper la solidaridad tributaria, al romper el modelo de Estado de los ciudadanos para pasar a un cuasi estado desigual de los territorios, el P.S.O.E. traicionó los principios esenciales de la izquierda. No se trata de políticas sociales más o menos eficaces, que bienvenidas sean; la infamia está un peldaño más arriba, se trata de traicionar valores como solidaridad, igualdad de derechos, la lucha por el ciudadano universal, la fraternidad, la primacía del individuo sobre la tribu, etc… Por tener poder político, el Sr. Rodriguez traicionó valores morales, supuestamente inalienables, de la izquierda. Eso sí impulsó el nacimiento de Ciudadanos, primero en Cataluña y, ahora, en toda España.
El Partido de la Ciudadanía, nace así, en particular, como rebelión moral ante esa traición y para defender que debe existir un partido en España que vuelva a respetar los principios y valores del centro-izquierda y con suficiente amplitud de miras como para proponer un pacto de Estado con los partidos dispuestos a frenar los graves ataques contra la ciudadanía que acarrean las políticas nacionalistas.
Cuando C´s propugna que no se negocie con terroristas y que no se pacte con separatistas, ya sean estos de alta o baja intensidad, y que, a la vez es progresista en lo liberal y en lo social demócrata, está diciendo exactamente eso: que las verdaderas políticas estructurales que beneficien a los ciudadanos deben, primero, respetar los valores sobre los que se sustenta la convivencia universal de los ciudadanos. Y eso es una postura moral.
Cuando en los países tradicionales y antiguos de Europa la política trata de implementar y reforzar los valores indiscutibles recogidos en la Declaración universal de los derechos humanos, en España , algunos nuevos partidos se conciencian de que han de luchar, primero,para que se vuelvan a respetar algunos de esos valores. Como no perder la igualdad de derechos para todos los españoles, por ejemplo, su no discriminación por razones de etnia o lengua secular. Parece que Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía ha nacido para estar en esa lucha en primera línea.
En efecto, el nacimiento de nuevos partidos o movimientos (p.e. el del Sr. Bayrou en Francia) son acontecimientos estrictamente políticos que corresponden a deseos de conducir la gestión de los asuntos públicos de otra manera, o, a lo sumo, de priorizar unos valores sobre otros dentro de la amplia panoplia de los valores compartidos por la civilización occidental (equilibrios seguridad / libertad, libre empresa / solidaridad, eficacia /distribución, etc…). No es nuestro caso. Nuestro caso es que, prioritariamente, se produce un acto de rebelión moral que trasciende a la gestión política.
Dos son los inmensos errores del gobierno del Sr. Rodríguez (Zapatero). El primero, la gestión de la política para acabar con el terrorismo. Nadie duda hoy que se ejerció con una torpeza muy peligrosa y una incompetencia que ha terminado reflotando los objetivos y la capacidad destructiva del terrorismo, que estuvieron bajo mínimos. Pero es lo cierto que cabe admitir que las intenciones eran buenas y la finalidad perseguida compartible por todos: acabar con esa tragedia para España que es el terrorismo vasco. Desastrosa fue la estrategia, pero nada se puede reprochar a la intención. No creemos que ese motivo hubiese sido suficiente para el nacimiento de C’s.
Pero esto se acompañó (y se entrelazó) con otro error que, ese sí, resultó infame. Por motivos estrictamente partidistas, de ansia de poder, e incluso, de ambiciones personales (como entregarse a un PSC hipernacionalista para ganar un Congreso) el gobierno se entregó a los separatismos más o menos encubiertos, más o menos explícitos. Es cierto que el terreno venía abonado por la costumbre de pactos con nacionalistas obligados por nuestra nefanda y poco democrática ley electoral, pero las cotas alcanzadas en esta legislatura rompen la barrera moral. ¿Quién, en Europa, pactaría con un partido cuyo objetivo es destrozar España, como ERC? ¿Quién permitiría la presencia en el CGPJ de un perjuro destructivo como López Tena? ¿Quién permitiría la consideración de legal a ANV o al partido comunista de las tierras vascas?¿Quién permitiría a sus huestes negociar oficialmente con Batasuna? Y no faltan ejemplos.
Pero, además, se produjo en ese momento, y simultáneamente, otra perversión moral. Al dar carta de naturaleza y poder al independentismo (¿se acuerdan de quién se declaraba abiertamente independentista y ponía fechas a la secesión hace cuatro años? Nadie) , al legitimar el establecimiento de nuevas fronteras, al colaborar con la creación de ciudadanos de primera y de segunda, al establecer relaciones bilaterales con regiones de España, al romper la solidaridad tributaria, al romper el modelo de Estado de los ciudadanos para pasar a un cuasi estado desigual de los territorios, el P.S.O.E. traicionó los principios esenciales de la izquierda. No se trata de políticas sociales más o menos eficaces, que bienvenidas sean; la infamia está un peldaño más arriba, se trata de traicionar valores como solidaridad, igualdad de derechos, la lucha por el ciudadano universal, la fraternidad, la primacía del individuo sobre la tribu, etc… Por tener poder político, el Sr. Rodriguez traicionó valores morales, supuestamente inalienables, de la izquierda. Eso sí impulsó el nacimiento de Ciudadanos, primero en Cataluña y, ahora, en toda España.
El Partido de la Ciudadanía, nace así, en particular, como rebelión moral ante esa traición y para defender que debe existir un partido en España que vuelva a respetar los principios y valores del centro-izquierda y con suficiente amplitud de miras como para proponer un pacto de Estado con los partidos dispuestos a frenar los graves ataques contra la ciudadanía que acarrean las políticas nacionalistas.
Cuando C´s propugna que no se negocie con terroristas y que no se pacte con separatistas, ya sean estos de alta o baja intensidad, y que, a la vez es progresista en lo liberal y en lo social demócrata, está diciendo exactamente eso: que las verdaderas políticas estructurales que beneficien a los ciudadanos deben, primero, respetar los valores sobre los que se sustenta la convivencia universal de los ciudadanos. Y eso es una postura moral.
Cuando en los países tradicionales y antiguos de Europa la política trata de implementar y reforzar los valores indiscutibles recogidos en la Declaración universal de los derechos humanos, en España , algunos nuevos partidos se conciencian de que han de luchar, primero,para que se vuelvan a respetar algunos de esos valores. Como no perder la igualdad de derechos para todos los españoles, por ejemplo, su no discriminación por razones de etnia o lengua secular. Parece que Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía ha nacido para estar en esa lucha en primera línea.
Enrique Calvet
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