lunes, 12 de noviembre de 2007

Peor perspectiva económica (II)

Publicado en Estrella Digital
Luis de Velasco

Esta columna comentaba la semana pasada el alza de la inflación y los recortes a la baja en las previsiones oficiales de crecimiento. Ese cambio de ciclo parece confirmado, a la vista de la última previsión entregada este pasado viernes por la Comisión Europea. Prevé un crecimiento del 3 por ciento en el PIB en el 2008, del estimado 3,8 para el año presente. La baja sería mayor para el siguiente año: el 2,3 por ciento, frente al 2,4 de la media europea de los Veintisiete.

Las previsiones son simplemente eso, previsiones a las que no hay que conceder un carácter de dogma, especialmente en estos tiempos en que, por ejemplo, el precio de algo importante como es el del petróleo siempre ha ido por delante de los previstos en esos cálculos. Pero aun así, indican claramente una tendencia, y en el caso español es que nuestra economía ha entrado no en fase de recesión, como afirmaron algunos, pero sí en una de menor crecimiento.Justificar a ambos lados

El denominado por algunos “milagro económico español”, crecimiento que se ha prolongado durante una docena de años (otra cosa bien diferente es cómo se han repartido los frutos del mismo, sin duda de manera crecientemente desigual), esta agotándose y están saliendo a la luz las débiles bases en las que se asienta.

Esas bases son bien conocidas. Del lado de la demanda, un crecimiento del consumo privado basado en el desahorro y el endeudamiento de las familias (lo mismo que en el de las empresas). Del lado de la oferta, la recalificación y el ladrillo tanto residencial como de obra civil, con una secuela notable de especulación, corrupción y destrozos irreparables. Este sector se ha alimentado, casi exclusivamente, de mano de obra inmigrante, con salarios y derechos laborales sensiblemente bajos, lo que ha hecho que durante estos años el salario real global de la totalidad de la mano de obra haya permanecido casi estancado y la distribución funcional de la renta nacional haya crecido a favor de los excedentes empresariales y en contra de la participación salarial. El paro sigue tenazmente en el 8 por ciento, la temporalidad en cerca del 35 por ciento y la actual debilidad del crecimiento se está empezando a notar ya en ese mercado afectando, sobre todo y en este primer momento, a los inmigrantes (menos mal que no votan).

La productividad de la mano de obra continúa siendo ridículamente baja, con ritmos de crecimiento en el entorno de medio punto por ciento anual. El resultado, de ese y otros factores de larga data y de carácter estructural, es la muy baja competitividad de la empresa española, muestra de la cual es el enorme déficit comercial y la baja proporción de la exportación española en el comercio mundial de mercancías.

El anunciado y deseado relevo de este modelo perverso de crecimiento a cargo de las tecnologías avanzadas es más bien una expresión de buenos deseos que una realidad, al menos en el corto plazo. España sigue ocupando una posición intermedia y complicada en la rápidamente cambiante división internacional del trabajo. No cabe pensar en competir por costes sino en sectores de tecnología avanzada y en los que los intangibles, el valor añadido sean la base. Y de eso estamos lejos. Lo prueba el decreciente flujo de inversión directa extranjera recibida, muestra de que la capacidad de competir y de atraer de nuestra economía es ya limitada.

Difíciles tiempos económicos, en resumen, para quienes se hagan cargo de la gobernación de este país después de marzo. Aunque aún más difíciles y envenenados son los otros asuntos que deja el actual Gobierno socialista con sus aliados nacionalistas.

Luis de Velasco

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