miércoles, 26 de diciembre de 2007

Crispación o consenso

La legislatura que termina suscita una curiosa unanimidad: "se han alcanzado cotas de crispación intolerables" (léase diferencias irreconciliables entre los dos grandes partidos). Al menos hay consenso en el diagnóstico; e incluso en la solución: para el PP, tanto como para el PSOE, la solución pasa por obtener una mayoría suficiente en marzo de 2008. Se supone que esta mayoría es para imponer "su solución" que, simplificando es, en un caso "más de lo mismo" y, en el otro, "todo lo contrario".

Un espíritu libre no puede sustraerse a la crítica de los juicios de valor unánimes. Por eso cabe preguntarse si las cotas de crispación que se han alcanzado han revestido ese carácter catastrófico e intolerable que se les atribuye.

Para examinar la cuestión desde otro punto de vista, propongo tres ejercicios: en primer lugar, un examen teórico de lo que significa la famosa "crispación"; en segundo lugar un inventario de las cuestiones en que se ha producido este enfrentamiento crispado y; finalmente, un recordatorio de otros asuntos relevantes en los que tal enfrentamiento simplemente no ha existido.

Desde el punto de vista teórico "crispación" es sinónimo de divergencia fundamental expresada de forma airada y beligerante. Cada una de las partes crispadas "demoniza" a la otra, es decir la considera como mal absoluto sin mezcla de bien alguno. ¿Es esto necesariamente intolerable? Consideremos la alternativa: los grandes partidos ofreciendo iguales o parecidas soluciones. ¿Cómo decidiría, en tal caso, el votante? Solo veo una respuesta: decidiría por afinidad irracional o sectaria, más o menos con el mismo tipo de motivación con el que se apoya a once tíos dando patadas a un balón frente a otros once que hacen exactamente lo mismo con otra camiseta.

Los desacuerdos fundamentales, es cierto, generan crispación, pero la falta de divergencias dificulta una elección racional y propicia la afinidad sectaria y superficial.

Desde el punto de vista práctico, he podido identificar seis áreas de crispación que se han manifestado en esta legislatura:

  1. En primer lugar, la política antiterrorista. Algunos califican la política del Gobierno como de "negociación" que se enfrentaría la pretensión de "lucha sin cuartel" de la oposición. La realidad ha sido algo más sutil. El Gobierno ha aplicado una política que podríamos llamar "de diseño", más arriesgada en apariencia que en el fondo. Su estrategia, que ha sido, probablemente, el ganar tiempo, no difiere mucho de la que aconsejan los manuales en los casos de toma de rehenes. El principio que subyace es que, a medida que pasa el tiempo, se hace menos probable el derramamiento de sangre y más probable la rendición de los secuestradores. En cualquier caso, esta política sinuosa es radicalmente opuesta a la persecución implacable preconizada por el PP.
  2. En segundo lugar, la política autonómica. Sin el trasfondo dramático del terrorismo, la política del Gobierno ha seguido parecidas pautas sinuosas. Formación de gobiernos con partidos independentistas como ERC y BNG, estatutos de autonomía con la apariencia de constituciones, una política complaciente con los nacionalismos tradicionales e incluso de apoyo al surgimiento de otros con menos arraigo.

Frente a ella, la oposición se ha concentrado en la defensa a ultranza de determinadas líneas rojas, allí donde el arraigo social del nacionalismo haría peligrar la unidad del Estado.

  1. En lo que se refiere a la educación, la política del Gobierno se ha sustentado en dos principios continuistas: el de la autonomía de las CCAA en materia educativa y de los principios pedagógicos "progres" de la LOGSE. El caballo de batalla de la oposición del PP a esta política ha sido la asignatura "Educación para la Ciudadanía", cuyo temario estaba abierto a todo tipo de adoctrinamiento "progre" en materia de costumbres.
  2. En política exterior, el Gobierno ha tratado de hacer todo tipo de guiños a los fetiches populistas y antiamericanos de la imaginería "progre" y a los socialdemócratas perdedores de la Europa continental. Mientras tanto el PP, sin decirlo abiertamente, ha mantenido el impopular respaldo a la política de supremacía e intervención unilateral de los Estados Unidos..
  3. La política de grandes infraestructuras ha crispado también las relaciones entre los dos grandes partidos, sobre todo a propósito del trasvase del Ebro (agua subvencionada para el regadío en Valencia y Murcia), proyecto que rápidamente hizo abortar el PSOE, más quizá por consolidar su liderazgo en Aragón que por la propia irracionalidad económica de la empresa.
  4. Finalmente, la crispación se ha centrado en lo que podríamos llamar política de gestos: una ley de Memoria Histórica dirigida al consuelo moral de los perdedores en la guerra civil y unos cambios en el Código Civil para llamar a la unión entre homosexuales con el mismo nombre entre personas de distinto sexo (política de equiparación en todos los campos).

Tras hacer este repaso, es de justicia anotar las profundas coincidencias entre ambos partidos en cuestiones básicas tales como el sistema económico y el bienestar social. El Ministerio de Economía de Solbes se ha parecido al de Rato tanto como el de Rato al anterior de Solbes. Pocas cosas han sido tan continuistas en este cuatrienio como la política económica. El Gobierno, cuando se trataba de las cosas de comer, ha dejado de lado el populismo progre y mantenido el "common wisdom". Así, la ley de Defensa de la Competencia se ha aprobado con los votos favorables de PSOE y PP, como lo ha sido, en el ámbito de la política social la Ley de Dependencia, auténtico pilar del Estado de bienestar del siglo XXI.

En definitiva, ha habido sí, mucha crispación pero también se han aclarado las opciones básicas y, con ello, se ha dado lugar a la aparición de nuevos partidos, como Ciudadanos, capaces de conjugar soluciones de uno y otro lado e incluso a presentar propuestas más progresistas, allí donde el silencioso consenso PP-PSOE se ha establecido mas bien en el lado conservador.

Juan Manuel Ortega

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