EL HECHO DIFERENCIAL
A. Don Fernando Trapero. "In Memoriam". La manifestación/concentración "unitaria" fallida del pasado 4 de diciembre entraña un síntoma muy grave de la actual situación política española, o, peor aún, de esta agonizante y agónica legislatura. Reflexionemos: ¿Por qué reunió, tan noble causa, a tan pocos, siendo, por una vez , todos, los convocados? El que suscribe está convencido de que lo acaecido delata lo que podríamos llamar el hecho diferencial de esta legislatura. Un hecho gravísimo. Creemos que este cuatrienio no es comparable a ningún otro periodo legislativo transcurrido desde la muerte del dictador Franco. Estos se podrán analizar o bien por su aportación a lo que se ha dado en llamar "La Transición" o bien, posteriormente, por sus aciertos o fallos en la gestión de los asuntos de gobierno, por su mayor o menor tira y afloja para conseguir estabilidad política en el marco constitucional o por los matices ideológicos con los que hayan querido impregnar la sociedad. Actuaciones políticas, aceptadas o combatidas, pero dentro de los valores democráticos y el respeto a la constitución compartidos por la inmensísima mayoría de los españoles. En cambio desde 2004 se produce un hecho cualitativo insólito y distinto: el gobierno del P.S.O.E. decide, sin que figurara en su programa electoral, dar carta de naturaleza al separatismo a todos los niveles ( ERC, CyU, BNG, separatistas de Baleares, Nafarroa Bai en determinado Ayuntamiento….), y cerrar los ojos ante la barbarie terrorista, practicando una temeraria lenidad (Partido Comunista de las tierras vascas, A.N.V., asunto de Juana, supresión del delito de convocación de referenda ilegales, etc…). Para seguir semejante política, el gobierno no duda en retorcer arteramente todos los medios que tiene para condicionar la aplicación de la justicia, ni en triturar la Constitución, de facto, para proceder a un entreguismo descarado a los separatistas. Esta estrategia política resulta absolutamente sorpresiva a una gran parte de los votantes de todo tipo, porque traiciona de lleno lo que se ha considerado siempre valores de la izquierda (universalismo frente a tribalismo, unidad, solidaridad frente a desigualdades…); pero lo más grave, sin duda, es que se lleva a cabo sin un acuerdo básico de la sociedad española sobre los valores que sostienen dicha estrategia. Es decir, que en temas de Estado, diríamos que en asuntos de protección del Estado (terrorismo) e, incluso, de supervivencia del Estado (separatismo) en los que había un implícito y tácito acuerdo social de casi todos los españoles de que el gobierno debía enfrentarse enérgicamente a terroristas y separatistas, en esta legislatura, el Gobierno decide caminar hacia la fragmentación de los ciudadanos españoles y hacia la consideración de los terroristas como interlocutores políticos, sin el apoyo social cuasi unánime que tal cambio estructural de actitud requeriría. Porque no estamos hablando de facilitar más o menos el divorcio, (bien facilitado), ni de rebajar unas décimas, o no, la tasa del I.R.P.F., estamos hablando de uno de los objetivos esenciales por los que existe el gobierno de una nación: la preservación de la existencia de dicha nación, es decir de la existencia de un colectivo llamado ciudadanos españoles, y la preservación de su libertad y seguridad. Ni más ni menos. El hecho diferencial de esta legislatura es que el Gobierno abandona una parte de los valores compartidos por todos los españoles y adopta otros que repugnan a una parte muy numerosa de ciudadanos. No es que no guste como juegue, lo que valorábamos en gobiernos anteriores, es que decide irse del terreno para jugar a otra cosa distinta, y parte de los espectadores/votantes que estamos en el estadio, porque estábamos todos, decide irse, pero otra parte quiere permanecer en el estadio y ver jugar a lo de siempre. El hecho diferencial es que este Gobierno ha propiciado una profunda fractura social. De ahí que hubiese poca asistencia el día 4. La fractura ha generado una situación gravísima en política: el Gobierno ha perdido toda credibilidad en su (¿sincera?) intención de volver al terreno de juego inicial, al estadio dónde estábamos todos. La fractura ha hecho que una grandísima cantidad de españoles no confíen en absoluto en que el Gobierno les proteja y les preserve frente a los enemigos de la ciudadanía española, diga lo que diga ahora este Gobierno. Dicho sea de paso, la campaña intensa para hacer creer a los votantes que el Gobierno no fue lo que fue, y que de nuevo ha vuelto al redil, por lo oportunista y lo poco sutil, queda patética para quién tenga dos dedos de frente política. Pero lo grave es lo que se ha expuesto: una parte muy abundante de ciudadanos españoles, de todo el espectro ideológico, no se siente amparada ni protegida por este Gobierno, y no confía en él para sus misiones fundamentales. No cree que las cumpla mal, cree que no quiere cumplirlas. Y eso suele partir una sociedad en dos. Un hecho diferencial desastroso. Para reconducir esta situación y recuperar una confianza mayoritaria en la ética de los Gobiernos, haya o no discrepancia sobre su gestión, conviene acudir al remedio que propugna Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía: son necesarios pacto de Estado entre los partidos de ámbito nacional y constitucionalistas que acuerden la manera de enfrentarse a los asesinos terroristas, a sus cómplices y a los que se benefician de su existencia, así como de enfrentarse a los chantajes separatistas. Un acuerdo a la alemana, o a la inglesa entre partidos, oponiéndose conjuntamente al separatismo escocés, devolvería la confianza en políticos y gobiernos. Soldar la fractura producida en esta legislatura es urgente, pero sobre todo, ha de ser creíble. La credibilidad de Ciudadanos se la tienen que ganar los demás partidos. Enrique Calvet
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