La ínfima línea entre civilización y barbarie
Antonio Robles Bantú, nilotes, haítico/afroasiático y un largo etcétera más allá de 40 etnias con su propia identidad, tradiciones, prácticas culturales e idiomas son el contexto y el pretexto para desatar una oleada de violencia en Kenia. ¿O era el resultado de unas elecciones?.. A la hora de escribir este artículo ya han sido asesinadas 300 personas y otras 100.000 han perdido sus hogares. Las causas o los motivos, los culpables y los inocentes (si los hubiere), serán motivo de innumerables análisis y debates en las próximas semanas, como lo fueron en el genocidio de hutus y tutsis; el de croatas, bosnios o serbios; el ejecutado por los jemeres rojos contra simples ciudadanos camboyanos con conocimientos de francés; los que envolvieron en revoluciones mencheviques y bolcheviques; el racionalizado por nazis contra judíos; o el que practicaron franquistas y rojos con pretextos religiosos, ideológicos y nacionales. El resto del pasado al que llamamos Historia tiene este mismo tono. Es lo de siempre. Si somos capaces de levantar la mirada indignada de los últimos muertos y reparamos en la tendencia cainita que nos envuelve, nos daremos cuenta enseguida que la distancia entre la civilización y la barbarie es tan fina como el papel de fumar. Kenia, hasta ayer destino turístico de lujo para amantes de la naturaleza y de las grandes especies animales, es hoy escenario de crueles ajustes de cuentas. ¡Qué importa por qué! O sí que importa, o es lo único qué importa; pero ¿acaso las disculpas de unos y de otros aclararán por qué nos matamos con tanta facilidad y, sobre todo, con tanta crueldad? Cualquier disculpa sirve. En cualquier circunstancia. En cualquiera. Que nadie se engañe. No son más crueles las matanzas africanas de hutus y tutsis, que las que viene protagonizando esa guerra civil europea que sostenemos desde la caída del Imperio Romano hasta hoy. Allí se llaman matanzas tribales, aquí nacionales. Reparen, palabras de diferente significante e idéntico contenido. Que nadie se engañe, hoy son etnias africanas, hace dos días, etnias yugoslavas. Alemania era la nación europea más culta en los años 30 del pasado siglo. Que nadie se engañe: la distancia entre nosotros y la barbarie es tan fina como el papel de fumar. Que nadie se engañe: la sociedad de consumo y los viajes turísticos nos hacen olvidar de la bestia que llevamos dentro, pero no nos inmunizan contra la barbarie. Cada domingo lo intuimos en cada estadio de fútbol. El resto de días de la semana, lo soportamos en las interminables proclamas nacionalistas. Son nuestras formas "civilizadas" de enmascarar y olvidarnos de la frágil línea entre nosotros y la barbarie. Antonio Robles
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