Dolores, Lolita, Lola
Uno ya ha vivido esto. Fueron unas declaraciones de la entonces en boga Montserrat Negrera –‘Supermontse’–, a unos días de las autonómicas catalanas, en octubre de 2006, las que me llevaron a dar un paso adelante.
La Nebrera, prohijada por el entonces líder del PP catalán, Josep Piqué, dedicaba unos preciosos minutos en horario de máxima audiencia radiofónica a meterle el cuerno a Ciudadanos, no al resto de partidos responsables de la penosa situación política de Cataluña.
Que el PSC se hubiese convertido definitivamente en el PNC –Partido Nacionalista de Catalunya–, o los envites liberticidas de los partidos soberanistas de viejo cuño, no eran lo fundamental para Montserrat Nebrera. Lo fundamental era machacar al pequeño grupo de ciudadanos que había decidido dar un audaz paso al frente convirtiéndose en alternativa electoral, ante la demostrada incapacidad de reconducir la situación exhibida por las distintas fuerzas políticas.
Todavía resuena en mi memoria la desvergüenza de las palabras de Nebrera, incidiendo en la línea de desprestigio marcada por su gran valedor, quien asociaba el discurso de Ciudadanos –o Ciutadans– al de la extrema derecha. La misma mierda, con perdón, que ha venido padeciendo el PP en sus carnes desde la izquierda sectaria del cordón sanitario versión premios Goya.
Pero nadie escarmienta en carne propia cuando de lo que se trata es de ahorrarle ataques sectarios al prójimo. Mandan las encuestas.
Ahora le toca el turno a Dolors Nadal, la nueva figura femenina a la que le ponen esperanzadas velitas los mandamases del Partido Popular en la circunscripción de Barcelona. Los mismos Ciudadanos, esos que no doblaron el espinazo cuando Aznar pactó la odiosa política de inmersión lingüística con Pujol, y que se quedaron sin representación no nacionalista alguna en el arco parlamentario catalán, serían ahora un grupo de extrema izquierda.
Extrema derecha, extrema izquierda… lo importante es que no cacen ratones. O votos; de los nuestros claro. No se admiten más miembros en el selecto club de los aparatos partidistas.
Y si ahora hay que decir que es un partido friki o que está “a favor del aborto” (sic), pues no pasa nada porque antes ya se dijo que eran “un bluf y un conglomerado de oportunistas” –Josep Piqué pixit et dixit en la precampaña autonómica de 2008–.
Pero olvidan, o quizá todo lo contrario, quizá tienen muy presente todas estas pasadas y presentes figuras de la derecha española guadiano-nacionalista –su entusiasmo con la causa del culto a las patrias peninsulares fluctúa con el lugar y el día de la semana–, que Ciudadanos es el proyecto más ilusionante e innovador que ha surgido en el panorama político español en muchos años.
Lo importante será que no lo olvidemos los votantes. El 9-M toca dar otro paso. También éste adelante. ¿O no lo sería darle el voto al único partido nacional con un programa confeccionado por sus bases que lo ha puesto a disposición de la ciudadanía en tiempo y plazo sin miedo al ridículo tacticismo de que ‘nos lo pueden copiar’?
La Nebrera, prohijada por el entonces líder del PP catalán, Josep Piqué, dedicaba unos preciosos minutos en horario de máxima audiencia radiofónica a meterle el cuerno a Ciudadanos, no al resto de partidos responsables de la penosa situación política de Cataluña.
Que el PSC se hubiese convertido definitivamente en el PNC –Partido Nacionalista de Catalunya–, o los envites liberticidas de los partidos soberanistas de viejo cuño, no eran lo fundamental para Montserrat Nebrera. Lo fundamental era machacar al pequeño grupo de ciudadanos que había decidido dar un audaz paso al frente convirtiéndose en alternativa electoral, ante la demostrada incapacidad de reconducir la situación exhibida por las distintas fuerzas políticas.
Todavía resuena en mi memoria la desvergüenza de las palabras de Nebrera, incidiendo en la línea de desprestigio marcada por su gran valedor, quien asociaba el discurso de Ciudadanos –o Ciutadans– al de la extrema derecha. La misma mierda, con perdón, que ha venido padeciendo el PP en sus carnes desde la izquierda sectaria del cordón sanitario versión premios Goya.
Pero nadie escarmienta en carne propia cuando de lo que se trata es de ahorrarle ataques sectarios al prójimo. Mandan las encuestas.
Ahora le toca el turno a Dolors Nadal, la nueva figura femenina a la que le ponen esperanzadas velitas los mandamases del Partido Popular en la circunscripción de Barcelona. Los mismos Ciudadanos, esos que no doblaron el espinazo cuando Aznar pactó la odiosa política de inmersión lingüística con Pujol, y que se quedaron sin representación no nacionalista alguna en el arco parlamentario catalán, serían ahora un grupo de extrema izquierda.
Extrema derecha, extrema izquierda… lo importante es que no cacen ratones. O votos; de los nuestros claro. No se admiten más miembros en el selecto club de los aparatos partidistas.
Y si ahora hay que decir que es un partido friki o que está “a favor del aborto” (sic), pues no pasa nada porque antes ya se dijo que eran “un bluf y un conglomerado de oportunistas” –Josep Piqué pixit et dixit en la precampaña autonómica de 2008–.
Pero olvidan, o quizá todo lo contrario, quizá tienen muy presente todas estas pasadas y presentes figuras de la derecha española guadiano-nacionalista –su entusiasmo con la causa del culto a las patrias peninsulares fluctúa con el lugar y el día de la semana–, que Ciudadanos es el proyecto más ilusionante e innovador que ha surgido en el panorama político español en muchos años.
Lo importante será que no lo olvidemos los votantes. El 9-M toca dar otro paso. También éste adelante. ¿O no lo sería darle el voto al único partido nacional con un programa confeccionado por sus bases que lo ha puesto a disposición de la ciudadanía en tiempo y plazo sin miedo al ridículo tacticismo de que ‘nos lo pueden copiar’?
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