Movilizar emociones en España
Los prólogos son un género fácil. Al igual que en los obituarios, si uno se ciñe a unas sencillas normas de estilo y descarta liarse a dar saltos mortales es difícil salir mal parado. Se podrá brillar más o menos, es indudable, pero resulta muy meritorio –por dificultoso– ser calificado con un 'logsiano' "Necesita Mejorar". En la introducción a la edición española del muy polémico "No pienses en un elefante", obra del lingüista de Berkeley George Lakoff, Cristina Peñamarín logra obtener ese dudoso galardón cum laude. ¿Por qué tan severo juicio? Quizá transcribir el último párrafo de esa introducción al libro traducido –edición de la Universidad Complutense– aclare lo fundamental. Ahí va: "Esta notable obra de Lakoff permite introducir la reflexión sobre las implicaciones de los diferentes discursos políticos en otros ámbitos, como el español, donde los conservadores han aprendido la lección de sus correligionarios estadounidenses. Aquí también han optado por un lenguaje agresivamente afirmativo de un sistema conceptual unificado que organiza y da coherencia a sus posiciones políticas y las vincula con valores y sentimientos morales. Y esta capacidad de movilizar emociones es un arma de enorme valor en el contexto de la mediatización de la política. Algo que urge a los progresistas aprender a hacer". ¿Pretende la Catedrática de Teoría de la Información hacernos creer que los conservadores españoles –leamos PP– están por delante de los progresistas –leamos PSOE– en el conocimiento de cómo apelar a las emociones como arma política? ¿Lo dice en serio? Que el libro haya sido editado en 2007, esto es, antes de la celebración de las últimas elecciones generales y de la sublime –desde un punto de vista 'mediático-emocional'– presentación del nuevo gobierno Zapatero, no puede servir de excusa para semejante error de apreciación. ¿Acaso no es el PSOE el partido que, habiendo gobernado en seis de las últimas ocho legislaturas, da clases gratis día tras día a los populares en materia de comunicación política? Si, tal y como apunta Lakoff, en EEUU son los Demócratas quienes no han sabido evadir la trampa tendida por los Republicanos y sus numerosos think tanks en cuestiones como la fiscalidad y su supuesta esencia perversa, con todos los agentes políticos aceptando el poderoso lenguaje de los "alivios fiscales" –o tax relieves–, en España no es menos cierto que son los socialistas quienes reinan en ese ámbito de fijar unos marcos de referencia lingüísticos a los que dócilmente se pliegan los populares. Pensemos en la 'España plural' -el que discrepa es un facha españolista–, en la 'derechona más rancia' –que blinda a priori las críticas a determinadas posiciones–, o en la 'memoria histórica' –planteada de un modo que impide distanciarse sin incurrir en achaques de nostalgia del franquismo-. No, no son los 'progresistas' quienes deben dotarse de un sistema conceptual unificado que organice y dé coherencia a sus posiciones políticas vinculándolas con valores y sentimientos morales. Si alguien está fallando en ese frente en España son los conservadores. Pero no sólo ellos. También quienes no siéndolo nos empeñamos en denunciar el falso progresismo sectario y enemigo de la razón de tantos de los planteamientos defendidos por el PSOE en la actualidad.
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