lunes, 2 de julio de 2007

Listas y democracia


El debate sobre los méritos relativos de las listas abiertas vs. las cerradas es fascinante –dentro, claro está, del umbral de fascinación que pueda suscitar en uno el pensamiento político-.

Las abiertas parten de inicio con una ventaja tan frívola como considerable: su nombre. ¿O es que se puede negar que una aspirante a actriz llamada Ifigenia lo tiene más complicado en cualquier casting?

Se suele propagar la especie de que las listas abiertas tienen, de algún modo, mayor legitimidad democrática que las cerradas. Creo que no es así. Para mí la clave reside en el acuerdo detrás de fijar la norma de elección.

Si la mayoría de un colectivo apoya el mecanismo de listas cerradas, tras el oportuno debate esgrimiendo razones a favor y en contra, la posterior elección de cargos mediante este sistema no tiene ningún motivo por el que pedir perdón –opino- desde el punto de vista de la legitimidad democrática.

Cosa bien distinta es si desplazamos el debate desde el eje de la legitimidad al de la valentía. No se puede negar la consideración de más valiente a quien presenta una lista para que cada candidato sea refrendado individualmente por los electores, arriesgándose así a que éstos contradigan su juicio e introduzcan en el equipo a candidatos presentados fuera de esa lista referida.

Pero tampoco es ésa la cuestión clave. Lo más interesante es escarbar debajo de la gran variedad de mecanismos ocultos bajo la etiqueta de listas abiertas. Hablemos de la limitación de voto, por centrarnos en uno de esos aspectos.

Un mecanismo de listas abiertas puede ser concebido con o sin limitación de voto. Con esto me refiero a si el elector tiene tantos votos como puestos a elegir o solamente un porcentaje que, digamos, podría ser de dos tercios.

¿Cuál es la verdadera naturaleza de las listas abiertas? ¿Reside ésta en garantizar que ‘todas la voces’ cuenten con representación en el órgano elegido o, por el contrario, en transferirle al elector la responsabilidad de determinar quién es el mejor candidato para cada puesto?

Creo firmemente que la segunda es la respuesta correcta y que, por tanto, la eliminación de cualquier limitación de voto es no sólo aceptable, sino muy deseable incluso en la elección de cualquier órgano con carácter ejecutivo.

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